Salimos desde Zuriza asumiendo el empapón aunque en ese momento parecía que daba una tregua. Habíamos dejado ropa seca en el coche para cambiarnos al llegar y comenzamos a caminar bajo un debilísimo chirimiri.
Al salir del bosque y llegar al Cubilar de Pinaré ya empezó a arreciar un poco pero pronto volvió a mantenerse la tregua.
Envueltos entre la niebla pudimos coger unos pocos usones. Elia disfrutaba de lo lindo encontrando uno detrás del otro entre la hierba mientras comentaba "esto si que es una aventura... además con esta niebla no nos ve nadie cogerlos".
Aunque le gustaba llevar la bolsa con los usones, antes de meternos a bajar por el Paco de las Eras me pidió que la llevara yo ya que empezaba a pesarle.
Allí seguía la aventura, además de que a tramos diera la sensación de hacerse de noche por la espesura del hayedo, nos encontramos con una lombriz gigante que estaba siendo devorada por varias babosas. Es lo que tiene disfrutar del Bosque de Las Eras por los recorridos del Circuito de Raquetas fuera de la temporada invernal.
Antes de pasar el río para dirigirnos hacia La Contienda también vimos un sapo y una salamandra. Elia se lo pasaba en grande y yo también. Además el tiempo iba aguantando contra todo pronóstico y nos permitía seguir con el paseo previsto.
Mientras nos emborrachábamos de verde primaveral, jugueteábamos con la divisoria de navarra, en busca del camino que nos devolviera a Zuriza, ahora convertido en un tramo de GR que une Zuriza y Linza.
De nuevo en el bosque la oscuridad era cada vez mayor. Hasta el punto que aunque no nos mojábamos supimos que empezó a llover por el ruido del agua sobre las hojas de la masa forestal. Elia hacía acertijos sobre el paraguas natural bajo el que estábamos, mientras yo esperaba que no arreciara para mantenernos medio secos antes de llegar al coche.
Aguantó mientras estuvimos bajo las hojas. Justo al salir del bosque y a apenas 50 o 60 metros del coche empezó a arreciar de tal forma que, aunque corrimos como poseídos, nos mojamos. Eso si, una vez dentro del coche cayó la del pulpo, así que ninguno de los dos salimos para coger la ropa seca del maletero y nos bajamos a casa sin cambiarnos.
Una vez en casa todos nos limpiamos, incluidos los usones que habíamos cogido y con los que Elia posó contenta. Pese a mojarnos a última hora, la mañana nos permitió pasar un buen rato, aprender y disfrutar del monte como siempre y dejarnos con ganas de volver para seguir viviendo "aventuras".
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