Donde nos quedamos con el coche (apenas 100 metros del aparcamiento del barcal) nos calzamos los esquís por la pista y una vez pasado el puente peatonal que salva el Barranco del Barcal remontamos por donde mejor nos venía ladera arriba.
Rápidamente pasamos el límite de término y nos adentramos en monte cheso dejando atrás Guarrinza. Ya tenemos la punta Marcantón a la vista y hacia ella nos dirigimos en un paseo placentero.
Después de echar un bocado, continuamos con la suave ascensión, y todos los comentarios van hacia lo mismo. ¡Que cantidad de nieve!, ¡que amplitud de espacios!, ¡que vistas!, ¡que suavidad del terreno!,...
La nieve estaba dura como corresponde en marzo y después de varios días de anticiclón seguidos. No obstante, según la orientación, a partir de la cota 1800 aproximadamente encontrábamos nieve poco evolucionada y ciertas estructuras de placa.
Tras la remontada más fuerte del día nos aparece imponente, como siempre, el Castillo de Acher. Cambiamos los esquís por los crampones y remontamos recorriendo la cómoda arista hasta la punta Marcantón.
El día y la zona ayudan a tomarse las cosas con calma y en la misma punta dimos buena cuenta de la comida que llevábamos en nuestras mochilas, a la vez que esperábamos a que transformara la nieve para disfrutar de la bajada.
En la bajada decidimos alargar el paseo por el Barranco de la Loma hasta llegar a dar vista a los últimos meandros de Agua Tuerta, en una suave diagonal agradable y sencilla. Después volvimos a cruzar el barranco de la loma en otra larga diagonal hasta enlazar con nuestras propias huellas de ascenso.
Ya solo quedaba bajar hasta la pista de Guarrinza donde habíamos dejado el coche. En estos últimos tramos la nieve aún estaba dura, pero los cantos agarraban y continuamos disfrutando del día, del paseo y de la zona.
En definitiva, un día de suave paseo donde la vista se encuentra cómoda, igual que el cuerpo, mientras el disfrute es total.