El pasado martes 12 de enero y segundo día sin escuela en Ansó por la nieve caída en Zaragoza, decidimos aprovechar e ir a disfrutar de la nieve de Ansó a Linza. Así, Elia, Elena y yo, decidimos dar un paseo con raquetas por los alrededores del Refugio de Linza.
Los rayos de sol que entraban entre las hayas permitían, junto con el esfuerzo de la ascensión, que las manos y el cuerpo entrase en calor, eliminando la sensación de frío inicial.
Pronto, esa sensación se tradujo en realidad y empezó a estorbar algo de ropa. El abrigo del bosque permitía eso, además de que Elia estaba contentísima de enseñar a su madre por dónde había bajado con los esquís el día anterior, al tropezarnos con alguna de las huellas de sus giros.
Al salir del bosque las vistas se ampliaban notablemente y el contraste de estar como encerrado a salir al exterior se dejaba notar, y decidimos volver a abrigarnos para disfrutar del panorama.
Aunque el viento no era fuerte donde nos encontrábamos, las formas de las nubes nos indicaban que por las alturas éste seguía siendo fuerte. Además, de vez en cuando seguíamos viendo, aunque menos que el día anterior, como la nieve seguía levantándose arrastrada por el viento en los perfiles de las cumbres.
En la bajada, el sol y la orientación adecuada, volvió a permitirnos quitar ropa, incluso la nieve comenzaba a transformar y provocaba hasta algún patinazo.
La nieve, dentro del bosque seguía manteniéndose suelta, la menor incidencia de los rayos del sol y la menor afección del trabajo del viento permitían esta situación.
Con Elena bajamos más relajados disfrutando de una mañana espectacular en el entorno de Linza. Casi se había hecho la hora de comer, y también se había hecho buena gana de comer, así que perdiendo el tiempo justo, decidimos bajar a casa para solucionarlo.