El pasado viernes 14 de enero quedamos Pablo, Aro y yo para ir al Chinebral de Gamueta. El monte estaba delicado por las condiciones de la nieve. La lluvia y el posterior anticiclón habían preparado un mazacote de puro hielo en las orientaciones norte y nieve muy dura en las sures que transformaba muy poco a poco.
Con este panorama decidimos probar a subir uno de los corredores de la cara norte del
Chinebral. No madrugamos mucho, las bajas temperaturas permitían ir sin prisa en ese aspecto.
Incluso favorecía si queríamos esquiar la cara sur con la nieve transformada ya que hasta bien pasado el mediodía aquello no movía.
Desde la
Foya Manaté echamos los esquís a la mochila y calzamos los crampones, los de verdad, ya que el asunto no está para ligerezas, en dirección a la cara norte del
Chinebral.
Entramos en el corredor y tenía buena pinta, aunque viendo como progresaban Pablo y Aro decidí asegurarme para salvar los dos puntos mas delicados del corredorcete.
Un tramo más vertical hacia la mitad, y una salida en mixto fueron los puntos clave para superarlo.
La salida al sol, junto con la comodidad de ir asegurado, resultaron de lo más satisfactorio para disfrutar de lo lindo en este pequeño corredor.
Un corto paseo al sol nos llevó hasta la punta del Chinebral. Serían las dos y media cuando llegamos arriba, aún perdimos algo de tiempo comentando, comiendo y recogiendo material sin prisa para que la nieve transformase.
Hacia las tres comenzamos a bajar por una nieve crema alucinante. No había ni una huella, nada que alterara la uniformidad en la capa superficial de la nieve en todos los tramos. Ninguna máquina pisapistas puede acercarse a ese nivel por muy bien que la maneje el piloto.
Disfrutando al máximo de esta situación descendimos hasta la
Foya de Gamueta donde de nuevo volvimos a la realidad del traqueteo de la nieve dura como un zaborro.
El día ya estaba echado y solo restaba llegar al coche con la máxima de siempre, lo blanco se esquía.
Un día redondo, con una actividad variada que nos permitió disfrutar y pensar en seguir preparando cosillas para seguir capeando el eterno anticiclón que se avecinaba.