sábado, 31 de octubre de 2015

Lescun-La Mina, "Camino de la libertad".

El domingo 25 de octubre tocaba volver a Guarrinza por el "Camino de la Libertad". Nos coincidió el cambio horario y tocó dormir una hora más. Aunque habíamos quedado en levantarnos a las siete y media, alguno antes ya empezó a revolver y para cuando tocaron los despertadores ya estábamos en marcha.




La mañana amaneció con abundante niebla, pero poco a poco y por el GR 10 en dirección al valle de Lhers fue despejando. La selva previa a salir a las praderas y bordas de Lhers resultaba espectacular, y eso para nuestros ojos que están acostumbrados a ese paisaje. A lo que no están tan acostumbrados es a los abundantes y frondosos prados, acompañados de bordas habitadas, con perfectas comunicaciones entre ellas, tanto para vehículos como para animales y personas.




Pasados los prados, enfilamos el largo valle de "le labadie" por asfalto hasta el aparcamiento de Aumet, que es donde el acceso de vehículos queda restringido. A partir de ahí queda un buen trozo de pista, a tramos hormigonada, hasta el fondo del valle. 




En la cabaña de Pourcibo paramos a echar un bocado. Como siempre, alucinamos de las condiciones de estos refugios en los que da gusto entrar para ver y aprender. A partir de ese punto, dejamos ya la aburrida pista y empezamos a remontar hacia el collado de Saoubathou, aunque la pista continúa un trozo más hasta otra cabaña que hay un poco más arriba.




A los franceses que participaban en la inauguración del "Chemin de la Liberté" les acercaron en autobús hasta donde llegaba el asfalto. Cuando llevábamos una hora de caminata y todavía nos faltaba otra hora para llegar al aparcamiento, nos cruzamos con el autobús que los había llevado, pero cuando paramos a almorzar ya los veíamos ascender por la ladera.




Al poco rato les dimos alcance, primero a un gran grupo (en total superaban los cincuenta) y después poco a poco íbamos alcanzando a más. Yo recordaba como la noche anterior Jean Pierre nos contaba como la gente que huía de España, muchos de ellos ansotanos y chesos, paraban en Lescun algún que otro día para descansar. Familias con niños pasaban temporadas allí, e incluso esos niños, algún que otro día, iban a la escuela con los niños de Lescun, mientras sus padres buscaban donde conseguir el pan.




No paraba de pensar en los cuatro hermanos de mi abuela, a los que por supuesto no conocí, pero bien seguro que pasaron por ahí en su huida desde Ansó. Además, alguno de ellos con la familia al completo, pudiendo ser alguno de esos niños los que acudían a la escuela de Lescun, según nos contaba Jean Pierre. Ufff....

Al llegar al collado de Saoubathou ya divisamos en la collada de La Cunarda a los ansotanos y chesos que habían subido a recibir a los franceses y estaban esperando sentados en la tasca.




Tras beber un buen trago de agua y llenar las cantimploras, debatíamos con uno de los franceses sobre si era mejor ese agua o una buena cerveza. En ese momento todos optamos por un buen trago de agua, sabiendo que seguro que a lo largo del día llegaría el momento de la cerveza.




Una señora, con un muy buen castellano, nos comentaba que se alegraba de ver gente joven que se hubiera animado a hacer el recorrido ya que, según nos contaba, el numeroso grupo de franceses con el que iba, estaba formado por gente muy mayor. Comprobamos que así era, pero la escasa representación juvenil bien merecía una foto.




Sebastian no paraba de hablar y ofrecer productos franceses artesanos a todos los que allí estábamos dispuestos a probarlos sin dudar ni un segundo. Un buen rato de comer, beber y charlar dieron paso a reiniciar la marcha para completar el "camino de la libertad".




Desde la Cunarda todo lo que quedaba era descenso, y ya, por terreno conocido. El coche nos esperaba en La Mina para volver a Ansó.




Habíamos completado un fin de semana redondo, donde el tiempo nos respetó. Disfrutamos del monte en un entorno privilegiado y de nuestra propia compañía. Nos relacionamos con un montón de gente en un encuentro agradable,... y todo por culpa de la libertad.








miércoles, 28 de octubre de 2015

La Mina-Lescun

El domingo pasado, 25 de octubre, se inauguró el "Camino de la Libertad" que une el valle francés de Lhers con el español de Guarrinza. A través del Club de Montaña "Linza" de Ansó, unos cuantos socios, decidimos realizar el "Camino de la Libertad" acompañando a los franceses que lo iban a recorrer ese día. Para hacerlo, nos acercarnos con coches a Guarrinza el sábado 24 y nos fuimos a dormir a Lescún.




Pese a lo nublado del día, Fernado, Pablo, Tatán, Pedro, Javi y yo, pronto decidimos empezar a quitarnos algo de ropa, ya que la temperatura era suave y el viento brillaba por su ausencia.




En uno de los descansos antes de llegar al Ibón de Lacherito decidimos, por fin, el camino a seguir. Íbamos a pasar por la brecha de encima del ibón (brecha de Hanas) y ya veríamos que nos deparaba el día. Alguno ya habíamos pasado al ibón desde la collada de La Ralla de las Foyas, pero ninguno nos habíamos aventurado a bajar hasta el fondo del valle, y menos hasta Lescún.




En el ibón la parada era obligada y a partir de ahí solo nos quedaba subir hasta la brecha. Era el día de ascender lo justo y bajar todo, al día siguiente nos esperaba lo contrario, un ascenso de más de 1200 metros y un descenso de 900.




En la brecha ya veíamos nuestro objetivo, aún quedaba lejos y era el momento de ponernos ropa y echar algo sólido al cuerpo. Ya pensábamos en los horarios franceses y decidimos parar a comer un poco más tarde. Lo importante era tener hambre para la temprana cena que nos iba a tocar en Lescun.




El descenso es brutal al principio y luego se va suavizando poco a poco hasta empalmar con el camino que viene de la collada de La Ralla. Es ahí donde se delimita el inicio del Parque Nacional de los Pirineos Franceses. Nos llamó la atención su señalización, no solo por el anagrama que desde lejos no identificábamos muy bien, sino por la cantidad de señales que allí había. Nadie podría decir si pasaba por allí que no se había dado cuenta que entraba en el parque.




Hasta que no vimos de cerca que el dibujo pertenecía a la cabeza de un sarrio, los patos, pollos, zorros y ocas entre otros, eran los candidatos. Todo sirvió para comentario y cachondeo mientras la roca daba paso poco a poco a la tasca y el bosque.




La agresividad de un gran alud mostrada en los restos arrancados y depositados, dieron paso a una tasca perfecta. Ni el mejor campo de golf, ni los Jardines de Versalles creo que puedan competir con la perfección del aprovechamiento a diente de esa hierba. Por supuesto, y en vista de lo que teníamos delante, no nos quedó más remedio que tomar la decisión de parar a comer en el paraje que nos rodeaba.




Con un poco de desgana nos levantamos para seguir la marcha. Todavía quedaba un buen trecho hasta Lescún, aunque a partir de ahí el descenso era mucho más relajado.




La vista de las agujas de Petrachema, su collado y Sobarcal dieron pie a buscar la mejor foto. Incluso Pablo se tiró en el suelo para conseguir hacerla,...¡lo nunca visto!.




Poco a poco y casi sin darnos cuenta, mientras nos maravillábamos con el perfil de picos que cierra la cabecera del valle de Lescun, nos encontramos en la mano una merecida cerveza en la terraza del bar. Allí aguantamos un buen rato mientras duró el sol que, al final, aunque remolón, salió.



Después de alojarnos en la casa de Jean Pierre y dar una vuelta por el pueblo fuimos a cenar. Hicimos muy bien en comer pronto para tener hambre a la hora de cenar. Un segundo plato de alucinar nos dejó bien a gusto. Después de la cena y una agradable charradeta con Jean Pierre nos fuimos a dormir pronto. Eso si, cerramos el bar, mientras algunos esperaban que la cosa quizá podría cambiar en cuanto a la animación. Pero no, estábamos en Francia y en lo de la juerga somos diferentes.

Al día siguiente tocaba madrugar y recorrer el "Camino de la Libertad".