Como el calor apretaba, apetecía buscar la sombra del bosque después de coger agua en la fuente. Elia no recordaba la zona pese a que con dos años ya estuvo dando un buen paseo por este tramo.
Al terminar el bosque no se quien sorprendió a quién, pero una buena parvada de buitres salió en estampida ladera arriba para coger vuelo. Estaban dando buena cuenta de unos restos de res muerta. Aunque no era la primera vez que los veía, a Elia le parecieron grandísimos. No es de extrañar porque realmente lo son y verlos de cerca nunca deja de llamar la atención a nadie.
Tras cruzar el barranco de Mazandú fuimos en busca del de Chipeta, a la altura de la cascada, que ya habíamos localizado desde el final del bosque. La bajada, como siempre, invitaba a correr, pero esta vez Elia hizo un alto en el camino para abrazar a un haya. ???. El árbol realmente era imponente pero no más que otros ejemplares de la zona. Al preguntarle tampoco me dio ninguna explicación especial, simplemente le apeteció.
Al llegar al barranco de Chipeta, Elia insistía en preguntar dónde estaba la cascada. Le decía que enseguida llegaríamos pero parecía que tuviera prisa.
El salto impone y no hizo falta insistir mucho para que se agachara en el borde de éste, encontrarse más segura y echar un buen vistazo para ver como caía el agua.
Pasado el barranco de Chipeta nos dirigimos hacia la Loma de Tachera donde la caseta pasa sus últimos días. No se deja de sentir cierta nostalgia al recordar como Andrés "de Elvira" la reparaba y revocaba mientras algunos porteábamos el cemento desde Tachera y recogíamos el agua con un bidón en una de las barranqueras cercanas.
En la bajada decidimos dejar el camino habitual, es decir el GR que enlaza Zuriza y Guarrinza por Petraficha, y bajar directos al barranco. Aunque el agua estaba bastante fresca para pensar en un baño, el lugar es el idóneo para cosas como tirar piedras, coger "zapillones" o simplemente "charquinar".
Las recientes tormentas, además de refrescar el agua, habían dejado lodo en las orillas. Elia descubrió el suave masaje, hasta entonces desconocido, que permite esta circunstancia y lo aprovechó al máximo, permitiendo completar un paseo de disfrute en plena naturaleza.