Aunque ya habíamos estado en el Bisaurín, poco me costó convencer a Elia de repetirlo por un sitio nuevo y con trepadas.
Se trata de la "Vía Edelweis". Ruta sencilla que no supera el tercer grado pero que le da un ambiente diferente y mas alpino al ascenso a la gran mole del Bisaurín, y que permite recorrer este macizo de este a oeste.
La vía se localiza junto a la de Las agujas de la Balellaza, asciende paralela a ella y se accede dando un giro al oeste y dejando el camino a la altura de la Caseta de Bernera o de los forestales.
Antes de entrar a la vía ya aparece en abundancia la flor de nieve. Elia no había visto ninguna aún en el monte y me preguntó si se podía tocar y si pinchaba. Le comenté que probara a tocarla con cuidado de no estropearla y se sorprendió mucho de lo suave que era.
Muy contenta se vio de llegar a la vía ya que hasta la caseta habíamos pasado calor, y aunque después ya no hacía tanto, lo que le apetecía era trepar. El arranque de la vía es lo más complicado, por decir algo, ya que si le preguntamos a Elia fue lo más entretenido como me decía después. En ese inicio de vía hay un cordino en un puente de roca por si se quiere asegurar.
Conforme íbamos avanzando por la vía, Elia perdía tiempo en buscar alguna complicación para pasar por ella e indicarme con detalle como tenía que superarla, ya que aunque era una trepada continua le parecía un poco fácil.
Al terminar la vía ya nos encontrábamos en altura y el calor, aunque presente, se llevaba mucho mejor.
Después de estar encerrado en la canal, las vistas se ampliaban notablemente y el paisaje que pisábamos no dejaba de sorprendernos.
Desde el Collado del Baste ya veíamos el Bisaurín pero Elia tenía hambre y decidimos echar un tentempié antes de afrontar las últimas rampas a la punta. No se conformó con unos frutos secos y aunque se guardo algo para la cima, atacó también el embutido y el queso.
Se le hizo raro llegar al Bisaurín por el lado contrario al que habíamos llegado la vez anterior, y como no, comentó la posibilidad de que llegara otra avioneta como entonces. Un velero planeando sustituyó al aparato, mientras realizamos otra parada para terminar con la comida que habíamos dejado en la parada anterior.
Buenas vistas hacia todos los lados, y recreándonos con nuestros picos cercanos, pasamos el rato en el Bisaurín.
Bajamos rápido y con ganas de pillar unos buenos huevos fritos en el Refugio de Lizara además de comentar la muy buena recomendación de Miguel (@miguel_achutegui) de la que disfrutamos en un buen día de monte en este verano tan raro.