Partimos hacia el Campaníl para acceder a la arista norte en un día que prometía calor, como así lo decían las previsiones. Mientras subíamos hacia la arista íbamos comentando las posibilidades, pero lo primero era llegar hasta la base de la arista y allí veríamos.
Cuando llegamos al collado donde arranca la arista nos dimos cuenta que lo que habíamos previsto mas difícil se podía hacer caminando hasta un pitón muy marcado y visible desde abajo. Así que decidimos partir un poco antes y escalar por una chimenea que subía directa a la cima.
El inicio de la vía nos costó un poco más de la cuenta, no se si sería por cogernos en frío o que, pero aunque las dificultades no parecían excesivas, lo cierto es que ese primer paso se nos atragantó un poco.
En toda la escalada había que tener cuidado por la abundante roca suelta y protegerse bien en las reuniones, pero especialmente en los largos segundo y tercero, con una salida expuesta este último, y donde todo lo que tocábamos se caía. Esto nos hacía pensar que igual a nadie se le había ocurrido meterse por allí, al menos durante mucho tiempo, a tenor de la cantidad de musgo, además de piedras y pedruscos que quitó Pablo en un buen tramo de ese tercer largo, que con seguridad fue el peor de la jornada.
En el cuarto largo la cuestión de la roca mejoró notablemente y la cuarta reunión nos dio una buena sorpresa. Alcanzamos una faja muy marcada que recorre toda la muralla norte del Castillo y en la que encontramos una sirga montada. Era el punto a donde hubiéramos accedido caminando por la arista hasta el pitón visible desde muy abajo y que parte la escalada en dos tramos bien diferenciados.
Allí estuvimos mirando un buen rato hacia arriba y hacia abajo recorriendo la faja, que de estar toda equipada puede resultar un paseo espectacular,...???, uuhhm, ¡otra cosa que tendremos que mirar!.
Sin parar de comentar el asunto de la sirga, que nos dejó totalmente intrigados, iniciamos el quinto largo, y ya sí con buena roca.
Aunque interesa llevar cintajos largos para las reuniones, también interesa buscar sitios bien protegidos y escondidos para evitar la caída de piedras. Pablo combina a la perfección las dos modalidades.
Poco a poco vamos superando tramos en una escalada entretenida y cómoda. Al llegar a la séptima reunión nos damos cuenta de que igual es la última y lo confirmamos al superar el octavo largo.
Tras este último largo de escalada, unos metros de caminar con mucho cuidado nos llevaron hasta la cima del Castillo.
Echamos un bocado y comentamos la posibilidad de que nadie antes hubiera subido por allí. Esa posibilidad tomaba mas forma para los cuatro primeros largos que los recordamos por la mala roca. Son fácilmente evitables caminando por la arista o quizá también por la espectacular faja ...???, tendremos que volver para saberlo...
Recogimos todo e iniciamos el descenso por la bonita Chimenea Ledormeur. También nos encontramos con una sirga instalada para facilitar el paso. Yo hacía muchos años que no pasaba por allí y solo la había hecho de subida. Aunque el destrepe no es complicado, no dudé en utilizar el nuevo anclaje para ayudarme y me vino muy bien.
Fuimos hacia el Barranco del Barcal, no sin antes habiendo cumplido algún que otro capricho, que dió lugar a una buena estampa.
Recorrimos buena parte del Barranco del Barcal antes de cruzarnos hacia el Campanil para empalmar con el camino de subida en una tarde calurosa, que mitigamos con unas buenas cervezas en el Bar Costeros de Oza a la sombra de su espectacular haya, comentando las mejores jugadas y contentos por haber subido al Castillo de Acher por un nuevo acceso.
Me he atrevido a poner una reseña para que pueda resultar orientativa de lo que allí hay.