El día era espectacular y por la pista de Guarrinza pude subir con el coche hasta el aparcamiento del Barranco del Barcal. Sólo había un ventisquero a pocos metros de llegar que dificultaba un pelín el acceso, pero se podía pasar con cuidado.
A partir de ahí a foquear. Aunque no hay abundancia de nieve, es lo suficiente para poder progresar sin tener que portear los esquís en la mochila.
La entrada a Aguatuerta es, como siempre, espectacular. Da igual la época del año en que vayas, el valle y su entorno lo tienen todo.
En el valle hay bastante huella de gente que ha andado con raquetas, aunque en este día no hay nadie por ahí. Sólo cuando termino el valle, me encuentro a tres paseantes que han madrugado más que yo y ya vuelven del ibón.
Conforme avanzo y tengo posibilidades de ver la parte francesa me doy cuenta que ha mejorado la cantidad de nieve acumulada con las últimas nevadas.
También observo que la gente no ha subido al ibón por Las Cabretas. Se trata de una zona umbría y quizá haya algo de hielo, pero me aventuro a ver que pasa.
Cuando llego a Las Cabretas la nieve esta dura, como corresponde a una zona con esa orientación y en el mes de enero. Pero no he tenido que utilizar crampones y ni siquiera he tenido la necesidad de colocar cuchillas. Bien es verdad que alguna placa había que, aún siendo pequeña, siempre hace desconfiar. En mejores condiciones se observa Gabedallo, resultando muy tentador.
Cuando doy vista al ibón la bajada hasta su orilla casi me cuesta menos que quitar las pieles. Mientras me echo un bocado al sol observo como las orillas del ibón no están heladas de forma contundente, no inspirando ninguna confianza el hecho de aventurarse a cruzarlo.
Al poner las pieles para remontar otra vez y empezar a foquear, me doy cuenta de que, al llevar las botas nuevas y sueltas, algo ha fallado e intuyo que llevo una rozadura. Las aprieto y la cosa mejora. Vuelvo a quitar las pieles y me pongo a bajar Las Cabretas tan contento. Dos buenos tortazos en nieve venteada me hacen recordar que voy solo y que tengo que ir con un poco más de cuidado.
Ya en Aguatuerta, en el llano, no me hace falta poner las pieles para avanzar. Desde luego, la esquiada del día no es nada reseñable, pero el paseo y más en un día como el que he pillado es de lo más agradable.
Las sombras hacen que donde al mediodía la nieve estaba sopa, ahora se endurezca rápidamente haciendo que los esquis corran más que nunca sin haberlos encerado. Así, la llegada al coche por la pista de Gaurrinza es un abrir y cerrar de ojos.