martes, 2 de agosto de 2016

Barranco de Kakuetta y pasarela de Holtzarte. Francia

El último sábado de julio se preveían en Ansó temperaturas altas. Eso había que solucionarlo de alguna manera, y junto con Elia nos fuimos a la cara norte del Pirineo, a la parte Francesa, para buscar la frescura de los barrancos de la región de Aquitania.




Visita obligada es la del Barranco de Kakuetta y por allí empezamos. Tras saltar la frontera por La Pierre Saint Martín, y tal y como esperábamos, la "boira" cubría todo el fondo del valle. Al sumergirnos en ella, el sol ya no apretaba como en la parte española y si sacabas la mano por la ventanilla del coche el frescor del ambiente ya se dejaba notar.




La entrada al barranco de Kakuetta se sitúa en las cercanías del municipio zuberotarra de Sainte Engrâce, dentro del Pais Vasco Francés.




Aunque Elia me comentó al principio que se encontraba un poco incómoda por no llevar mochila, pronto empezó a decir que le encantaba todo. Incluso me aseguraba que allí era donde habían rodado la película del "Libro de la Selva", ya que los agujeros en las piedras eran los mismos porque se acordaba muy bien. Continuamente me hacía acercarme para ver uno de ellos y me relataba parte de la escena en la que lo había visto para convencerme del descubrimiento.




Entre humedad y frescura llegamos hasta la cascada. Elia, como siempre que ve algo que le gusta, se echó a correr como si se lo fuesen a quitar. Yo le recordé que el suelo estaba húmedo y que resbalaba, como se indica continuamente en el recorrido, pero no lo escuchó y esta vez no hubo resbalón.





Tras ver la cascada desde todos los sitios posibles nos acercamos hasta la pequeña gruta cercana donde las estalactitas y estalagmitas no le dejaron indiferente. Tan embobada estaba que esta vez si que hubo algún pequeño resbalón e incluso se estampó contra una red protectora, no se si por la escasez de luz o por caminar sin mirar por donde pisaba.





Ya de vuelta, un pequeño remojete en la cascada y un ligero tentempié junto a las cristalinas aguas del barranco permitieron disfrutar de la zona en sentido contrario. Todo se veía diferente aunque fueramos por el mismo lugar.




Una vez disfrutado el barranco, tocaba disfrutar de una buena comida en el monte que tanto le gusta a Elia. Esta vez no era necesario buscar la sombra. La niebla continuaba y permitía que la temperatura se mantuviese agradable.




Por la tarde nos dirigimos hacia Larrau, donde, a la altura del restaurante Logibar, dejamos el coche para encaminarnos hacia el otro objetivo del día, la pasarela de Holtzarte. Espectacular puente colgante que une las dos orillas del río Olhadibida. Un abismo entre bosques que desde el año 1920 se unió por esta obra.




El paseo hasta la pasarela resulta espectacular por lo frondoso de la vegetación. En el tramo más empinado y desnudo de vegetación fue el momento del día en el que pasamos calor. Elia decía que estaba sudando como un pollo,...??. Cierto es que entre la hora, la pendiente, la humedad reinante, y que la niebla parecía que se disipaba y permitía que los rayos de sol incidieran lo suficiente sobre nosotros, en ese tramo desnudo de vegetación arbórea, la sudada fue considerable.




Pasado ese tramo, de nuevo volvimos a un bosque salvaje, donde la pendiente se suavizó y retornamos a la frescura de la que habíamos disfrutado durante el resto del día y además, enseguida vimos la pasarela.




Al ver aquello, Elia se quedó como paralizada y solo acertaba a decir "¡ostras, que pasada!". Solo pensaba en llegar allí y cruzar por aquel puente colgante gigante.




Elia observaba como se movía al caminar. Se paraba, arrancaba, corría, miraba al abismo, saltaba y comprobaba como se balanceaba después de moverlo. Por supuesto no se conformó con pasar y volver. En la vuelta de la cuarta vez ya solo le faltaba mirar por las grietas de las tablas. Me decía que se veía muchísimo mejor que por la barandilla y que casi podía contar las piedras que había en el barranco, ... menos mal que no le dio por hacerlo.



La vuelta por el mismo camino, muy bien cuidado por cierto, y un buen cucurucho de helado que "sabe casi igual que en España" dieron por terminada la excursión. Volvimos por Larrau, completando una buena ruta de coche y a donde Elia tendrá que volver otro día, ya que no vio nada del precioso paisaje de la zona, por la intensa niebla que allí había.