martes, 29 de octubre de 2013

Punta del Achar de Alano

El domingo pasado, después de levantarnos raros con el cambio de hora, nos fuimos con Elia al monte. Ella había estado pidiéndome toda la semana ir a subir un pico, ya que lo de la marcha senderista del fin de semana pasado le había sabido a poco y como decía "eso solo había sido un paseo".
Como no madrugamos, hicimos uso del permiso para circular por las pistas con el coche y nos plantamos sobre las once y media en las parideras de Mazandú.

 
 
 
Era algo tarde pero así Elia también se aseguraba la comida en el monte, que era otra de sus peticiones.
 
 
 
 
El día era muy bueno, y tras las 53 curvas del camino, que se encargó de contar sin dejarse ninguna, entre las parideras y el Achar de Alano, Elia se encaramó a lo que bautizó como "su balcón".
 
 
 
 
Tras enredar un poco por la tasca y coger unos fongos royos, fuimos remontando hacia la punta del Achar.
 
 
 
 
Las trepadas iniciales no solo no frenaban a Elia sino que le animaban a coger con más ganas la trepada final, y algo más complicada, una vez que la había localizado.
 
 
 
 
Solo pude pararle para ponerle algo de ropa antes de salir a la cima, ya que el viento se dejaba notar y además empezaba a nublarse un poco, lo suficiente para que el sol dejara de calentar.
Elia estaba contenta por que localizaba el coche, las parideras de Mazandú, el Camping de Zuriza pero sobre todo por ver picos en los que ya había estado como la Punta Maz y la Paquiza de Linzola. Y yo más, de observar el desparpajo con el que había remontado las trepadas y lo que estaba disfrutando de estar en ese pico "tan pequeño en el que solo cabemos los dos" como decía ella.
 
 
 
 
Elia quería comer en la misma punta. Bastante me costó, pero al final la convencí para bajar un poco y buscar una zona algo más resguardada del viento y comer más a gusto.
Otra vez disfrutamos los dos del destrepe y después de la comida al abrigo de un gran pedrusco.
 

 
 

 
Como habíamos hecho la pequeña trampa de subir con el coche hasta las parideras, la excursión se nos hizo corta y Elia quiso bajar hasta la caseta de Alano y beber agua de la fuente con su vaso. Por el camino encontró un "móvil y una tablet". Con la tablet debajo de su brazo izquierdo, grabó con el móvil la fuente de Alano a modo de despedida.
 

 
 
 
Sus nuevos aparatos eran "más chachis que los de verdad", me aseguraba. Tan bien me convenció, que me cargué dos piedras en la mochila para todo el camino de vuelta, mientras ella se volvía a distraer jugando por las piedras y despidiéndose de "su balcón".
 
 
 
La bajada fue rápida y sobre las tres y media estábamos en el coche. Los dos acabamos satisfechos del día que habíamos pasado. Aún lo completamos cogiendo unos revichuelos en Zuriza y parando en el Camping, donde Elia siguió jugando con sus amigas Ara y Ainara y también Jorge que se apuntó al entretenimiento y a la merienda que les dieron.