Dejamos el coche en el aparcamiento de la Borda Chiquín y comenzamos a foquear por la trocha que nos lleva al Cubilar de Atanasio. No hacía frío y la nieve estaba húmeda en esos primeros tramos. Conforme íbamos subiendo ganábamos en vistas y observábamos como venteaba por las puntas más altas, mientras nosotros seguíamos cómodamente al abrigo del bosque.
Una vez en el Cubilar de Atanasio, decidimos remontar por el cerro que nos lleva al puntal más alto de Berdoloquí, en busca de los últimos rayos de sol del día.
La sombra, unida al aire del cerro, hizo que tuviese que ponerme ropa para no tener frío pese a estar en pleno esfuerzo de subida. Esas condiciones meteorológicas hicieron que nos encontrásemos con un tramo de nieve costra que para subir no nos influyó demasiado.
Antes de llegar al final del cerro ya nos iba entrando el sol. Ésto, unido a que el bosque volvía a protegernos y a que elegimos un tramo un tanto duro, por donde había habido unas cuantas coladas de nieve, para llegar arriba, hicieron que entráramos pronto en calor, aunque decidimos no quitarnos ropa ya que estábamos muy cerca de la punta y no había mucho tiempo que perder.
Antes de llegar arriba, la divisoria con Navarra nos ofrecía una vistas impresionantes con el sol de la tarde. En la punta, el aire no invita a estar mucho rato, aunque a Pablo aún le daba tiempo a probar la consistencia de las cornisas. Mientras, yo tiraba alguna foto desde ese mismo punto a la Mesa de los Tres Reyes.
Decidimos continuar por la divisoria, valle arriba para elegir el mejor cerro de bajada y completar así una circular hasta el Cubilar de Atanasio y terminar la tarde bajando por la trocha de subida hasta la Borda Chiquín.
La pista que sube desde Garde, apenas se intuye en alguno de sus tramos y avanzamos hasta que decidimos el punto de quitar pieles y disfrutar de la bajada.
En principio, tanto el lugar elegido como la cantidad y calidad de la nieve nos permiten disfrutar de la esquiada entre las hayas. Poco después y a lo largo de un tramo que se nos hizo más largo de lo que en realidad era, una nieve costra nos hizo sufrir más que otra cosa. El asunto, hasta el Cubilar de Atanasio, resultó difícil y aunque "lo blanco se esquía", no podemos decir que disfrutáramos con esa nieve.
Una vez en la trocha de ascenso, aunque la nieve estaba húmeda y pesada, resultó mucho más llevadero que el tramo anterior.
Rápidamente llegamos al coche, y salvando esos tramos de nieve costra que hicieron difícil el descenso, disfrutamos de un paseo con esquís por el valle de Ansó, además de unas vistas espectaculares en toda la divisoria hacia todos los puntos que dirigíamos la vista.