Aunque se podía subir, observamos que el barranco de Las Foyas estaba algo escaso de nieve y había que trampear para cruzar las barranqueras. Decidimos subir por el Cerro Macarán que a través de la Calzada Romana nos colocó en Añarón con buena continuidad de nieve.
En estos tramos, la nieve tenía una considerable costra que no impedía el avance cómodo y además con el día que había salido, estábamos convencidos que al bajar desaparecería.
Pasados los 1700 y en orientación norte, la nieve era polvo. Tenía una base dura y el abrir huella resultaba cautivador, ¡que suavidad!.
Aunque yo tenía ganas de hacer lo de bajar directo desde El Riste hasta el río, la tentación de esquiar por esas suaves laderas con esa nieve hacia el otro lado se iba apoderando.
Una vez arriba, a disfrutar de las vistas, comentar las posibilidades de bajada, y muy importante... ¡almorzar bien!.
Pese a que tendríamos que volver a poner focas para remontar hacia Añarón para bajar por donde habíamos subido, la esquiada por nieve polvo, con todo para nosotros, se impuso, y el disfrute resultó brutal.
Después de la gozada, tocaba la consabida remontada. El sol apretaba de lo lindo, pero eso favorecía para que la costra encontrada por la mañana fuera desapareciendo.
Así fue, y tras una cura de urgencia de las botas de Pablo que el mismo solucionó por ser prevenido, a seguir disfrutando de una bajada por el Cerro Macarán, esta vez con nieve primavera.
Buscando, buscando, conseguimos salvar el barranco con cuidado de evitar estropear los esquís. Espectacular día de esquí bien aprovechado, que ya tocaba, y dejando pendiente la bajada pensada en un principio. ¡Que gozada!