Lo primero será cruzar el río Veral por el puente romano de Val d´Asieso. Apetece perder poco tiempo en el fondo del valle porque la mañana es muy fría y la escarcha lo cubre todo a pesar de que son más de las diez.
Buscando el sol, rápidamente llegamos a la borda Gollins. Ya nos podemos quitar algo de ropa, pero el sol no ha perdido la timidez, y conforme avancemos por el barranco, volveremos a la sombra y al frío. Pasaremos por la borda Urbana, donde, por al lado baja un barranco que partió el camino. En su día se arregló, y el apaño perdura, permitiendo un paso cómodo por la barranquera.
Tras cruzar un gran campo que cierra el valle y antes de cruzar el barranco, pasamos por la borda Volante. La bajada al barranco está empedrada y permite bajar hasta él, para cruzarlo, con cierta comodidad.
Tras continuar por sombra un rato más, llegamos a un cruce señalizado, que nos permite dirigirnos, a través de la borda Iguarte, al Camino de Santiago, o bien, a las Cuevas de Susuei, a través de la borda Lo Lobo. Tomamos la segunda opción ya que nos permite ir a las cuevas de un modo más directo y, lo más importante, con sol.
Tras observar las cuevas desde la borda Lo Lobo, nos dirigimos a ellas, con ganas de llegar. Lo hacemos por un limpio y cómodo camino llano.
Una vez en las cuevas, observamos el Belén Montañero, de forja, que instaló hace unos años el Club Asamún de Hecho. Aún se nota la visita reciente realizada en las navidades pasadas por los miembros de su club.
Antes de ir a visitar la cueva superior, echamos un vistazo global a la que estamos. Observamos la espectacular mesa de chaparro que han montado, junto con los bancos. Se ha realizado a mano, rajando troncos longitudinalmente con un motosierra. La tarea no es fácil, y menos aún, hacerla tan bien. También vemos lo cuidado que se tiene todo, incluida la fuente, y con un buen remanente de leña apilada junto a los pesebres tallados en la piedra. Hace unos años se limpió el camino (casi no se podía llegar), pero ahora está señalizado, se mantiene limpio, se cuidan las cuevas, se les da un uso nuevo además del de siempre como refugio de ganado, ... , eso si que es dar valor al trabajo. Esperamos que se mantenga así por mucho tiempo.
Una vez visitadas las dos cuevas, remontamos la zingla que las forma, por buen camino señalizado. Cuando saltamos a la parte superior nos encontramos con la borda Farol, soleada y muy bien situada por su orientación. En su fachada encontramos inscripciones sobre piedras de la fachada. Al ver las cruces no nos dieron muy buenas sensaciones. También dejamos a nuestra izquierda una diagonal ascendente, que empalma con la cabañera que pasa por el puntal de Ansó, y que da la posibilidad de bajar hasta el puente romano por el que hemos cruzado el río al principio de la excursión.
Pasada la borda Farol, trazamos una diagonal que, cruzando las cabeceras de los barrancos de Lo Lobo y Susuei, se dirige a la borda Batista. A mitad del recorrido nos encontramos con una perla en medio del monte, se trata de la borda Iguarte. Es un rincón en el que la borda y su entorno nos dejan con la boca abierta. Desde la borda Iguarte, baja un camino limpio y señalizado que nos permite volver hasta el cruce que habíamos tomado antes para ir a la borda Lo lobo. O bien, continúa hacia arriba, para empalmar con el camino de Santiago, también limpio y señalizado.
Antes de llegar a la borda Batista pasamos un par de paquizos que nos hacen volver a poner la chaqueta.
Una vez en la borda Batista, nos hemos situado en el punto más alto de nuestro paseo. Entre eso, y que ha pasado hace un buen rato el mediodía, es hora de comer algo.
Tenemos un buen suministro para la comida, aunque todo es complemento del mejor invento del hombre, que como dice Pablo, es la lata de sardinas.
Menos mal que estábamos en el punto más alto y todo lo que nos queda es llanear hasta la borda Malaño y bajar.
Una vez dejada atrás la borda Malaño, bajamos por el cerro que da vista a lo que los mapas nombran como barranco el Artal. Aquí el camino no está limpio pero el monte se deja, y bajando, empalmamos con una trocha que muere en una borda, de la que desconozco el nombre, pero que permite bajar, sorteando una zingla, hasta la borda Chilburro.
Desde el cerro tenemos vistas de las cuevas de Susuei y de la borda Chilburro aún con teja.
Tras asomarnos al río, en el espectacular corte de la Foz Verde, seguimos el camino que nos lleva al puente romano, para después subir a la carretera, donde cogeremos el coche y subiremos hasta casa.
Son las más de las tres de la tarde y hemos completado un día redondo en el monte.