Aunque Elia no había estado en la Gorreta, comenzamos a caminar por terreno conocido para ella desde muy pequeña, pero cuando entramos en el Barranco del Chinebral hacia la Foya de Gamueta todo era nuevo para ella.
En la Foya de Gamueta nos encontramos con unas novillas bien agrupadas a las que Elia saludaba, aunque a mi me parecía que su actitud no era del todo confiada y avanzaba el paso conforme las rebasábamos para dejarme atrás.
Lo que al principio parecía un objetivo muy lejano, poco a poco se nos íba acercando. Elia estaba contenta y decía "si ya estamos, con lo lejos que parecía que estaba". La convencí para echar un bocado antes de atacar la pedreguera que termina en el collado y mientras, ¡que raro!, encontró una piedra que le gustó mucho. Ya tenía un tamaño considerable y le propuse, como tantas otras veces, que la dejara para recogerla a la vuelta. Accedió, pero esta vez ella tomo unas cuantas referencias con la intención de localizarla a la bajada.
Sin parar de observar piedras de todos los tamaños, formas, colores y texturas, fuimos remontando hacia el collado.
Allí corría aire fresco y Elia decidió ponerse algo de ropa antes de afrontar las últimas trepadas hasta la punta. Buscamos el resguardo de las piedras y, como si de una cueva se tratara, las utilizó para ponerse la chaqueta y los pantalones largos.
Ya le voy dejando que decida ella por donde ir más cómoda en sus trepadas y eso le encanta. Lo que no le gusta nada es que le diga las palabras prohibidas que son "muy bien", y a mi se me escapan continuamente, con la consiguiente reprimenda que me toca aguantar.
Una vez arriba, foto de rigor y a disfrutar de las vistas de los picos, valles y abismos cercanos, eso si con cuidadín.
Los destrepes también le gustan y entretienen y los realiza con bastante soltura. Realmente me gusta ver como avanza. Con la caída casual de una piedra suelta, localizamos una sima de considerable profundidad, y aunque esta cerca de los pasos habituales, para mi también fue novedad. Nos acercamos con cuidado para observarla de cerca y retomamos los destrepes hacia el collado.
Encantada de haber subido a la Gorreta de los Gabachos, lo único que no le gustaba era que se habían terminado las trepadas y destrepes en esta salida. Pero tocaba bajar y deshacer el camino trazado.
En el inicio de la bajada Elia comentaba que la pendiente hacía que tuviera que apretar las piernas y me decía que se le estaban poniendo muy duras y fuertes, "más que en la subida". Conforme disminuía la pendiente comprobaba que se caminaba más fácil y sin tanto esfuerzo incluso en algún tramo de la pedreguera podíamos saltar y dar zancadas de gigante que nos ayudaban a bajar de forma más fácil y cómoda.
Las referencias que había tomado cuando dejó la piedra que quería llevarse le funcionaron ante mi sorpresa y la piedra llegó hasta casa, eso si en su mochila que como dice ella "ya soy mayor".
Una pequeña modificación en el trazado desde la Foya de Gamueta, con el fin de buscar la sombra y la frescura del Barranco de Gamueta en los últimos tramos de la excursión, pusieron fin a una salida al monte de lo más entretenida. El disfrute fue mutuo, ella se queda con las trepadas y con haber hecho otro pico más y yo con ver como evoluciona afrontando las ascensiones con cada vez más facilidad.