Todo estaba a favor, un rehielo nocturno suficiente para poner la nieve a punto, el cielo despejado y además, la posibilidad de subir con vehículo hasta las parideras de Mazandú, permitían que el porteo escasamente superara los cinco minutos.
Tras cruzar el Achar de Alano, vimos como disfrutaban al sol las marmotas. José Antonio intentó y consiguió acercarse a ellas bastante mientras Jaime y yo observábamos y nos entreteníamos con la situación.
Una vez en Alano, como siempre, todo lo que se ve resulta agradable. El valle, la nieve, las vistas,...
Tras saltar la barrera rocosa de la Sierra de Alano, tan agreste, es como si la suavidad de las laderas te envolvieran y te acogieran con dulzura para disfrutar del ambiente que allí se crea.
En lugar de acceder a Peñaforca por el camino habitual de verano, nos adentramos hacia el circo formado por Peñaforca y el Rincón de Alano ascendiendo cómodamente por el fondo de valle.
Casi sin darnos cuenta fuimos ganando cota y, poco a poco, también fuimos ganando visión de lo que hay fuera del circo cerrado donde nos encontrábamos.
Esta situación nos empujaba e hizo que nos plantásemos en el tramo final rápidamente. Para salvar la cornisa descalzamos los esquís y pusimos los crampones, ya que aunque encontramos una fina capa de nieve reciente, notamos que por debajo la base está endurecida y con lo bien que iba el día no era cuestión de asumir riesgos innecesarios.
Una vez superada la cornisa se nos abrieron muchos más espacios, tanto hacia Lenito con vistas a la Costatiza, Agüerri y Secús, como hacia la Ralla de Alano con Ezcaurri al fondo,... ¡espectacular!.
Dejamos los esquís en la misma brecha, y accedimos al pico mientras se formaban y se deshacían las nubes justo encima de nuestras cabezas.
Nos echamos la foto de rigor y poco a poco fuimos destrepando a por los esquís con ganas de pillar la nieve en las condiciones en las que se encontraba al subir.
Tras saltar la cornisa la esquiada fue de lo más disfrutona con una nieve perfecta que nos permitió bajar hasta la caseta de Alano con una sola parada entre medio y sin tiempo para fotos. Todo era buscar una nueva vaguada para realizar giros y giros con una facilidad extrema permitida por la calidad de la nieve. Hasta la remontada hacia el Achar de Alano se hizo corta pensando en la esquiada que acabábamos de completar.
Como si fuera una guinda del pastel, la bajada por el Achar permitió, como muy pocas veces ocurre, bajar con los esquís calzados por el estrecho pasillo, ya que a estas alturas de la temporada suele estar con algún agujero en medio. No era el caso y hasta eso estuvo bien. Solo en la parte final encontramos nieve pesada para los últimos giros provocando pequeñas coladas en cada uno de ellos. Un día para recordar por la bonita esquiada con una nieve fuera de lo normal en un avanzado mes de abril.