miércoles, 20 de abril de 2016

Esquí de travesía en Ansó. Peñaforca por Alano

El lunes pasado 18 de abril nos juntamos Jaime, José Antonio y yo para ir a esquiar. Después de una semana de chaparrones diarios y bochorno, el domingo, para terminar la semana, notamos como cambiaba la situación y se imponía el cierzo. Esto, unido a que se pronosticaban para el lunes cielos despejados, provocaba una situación que no se podía desaprovechar.




Todo estaba a favor, un rehielo nocturno suficiente para poner la nieve a punto, el cielo despejado y además, la posibilidad de subir con vehículo hasta las parideras de Mazandú, permitían que el porteo escasamente superara los cinco minutos.  




Tras cruzar el Achar de Alano, vimos como disfrutaban al sol las marmotas. José Antonio intentó y consiguió acercarse a ellas bastante mientras Jaime y yo observábamos y nos entreteníamos con la situación.





Una vez en Alano, como siempre, todo lo que se ve resulta agradable. El valle, la nieve, las vistas,...
Tras saltar la barrera rocosa de la Sierra de Alano, tan agreste, es como si la suavidad de las laderas te envolvieran y te acogieran con dulzura para disfrutar del ambiente que allí se crea.




En lugar de acceder a Peñaforca por el camino habitual de verano, nos adentramos hacia el circo formado por Peñaforca y el Rincón de Alano ascendiendo cómodamente por el fondo de valle.




Casi sin darnos cuenta fuimos ganando cota y, poco a poco, también fuimos ganando visión de lo que hay fuera del circo cerrado donde nos encontrábamos. 




Esta situación nos empujaba e hizo que nos plantásemos en el tramo final rápidamente. Para salvar la cornisa descalzamos los esquís y pusimos los crampones, ya que aunque encontramos una fina capa de nieve reciente, notamos que por debajo la base está endurecida y con lo bien que iba el día no era cuestión de asumir riesgos innecesarios.




Una vez superada la cornisa se nos abrieron muchos más espacios, tanto hacia Lenito con vistas a la Costatiza, Agüerri y Secús, como hacia la Ralla de Alano con Ezcaurri al fondo,... ¡espectacular!.




Dejamos los esquís en la misma brecha, y accedimos al pico mientras se formaban y se deshacían las nubes justo encima de nuestras cabezas. 





 Nos echamos la foto de rigor y poco a poco fuimos destrepando a por los esquís con ganas de pillar la nieve en las condiciones en las que se encontraba al subir.



Tras saltar la cornisa la esquiada fue de lo más disfrutona con una nieve perfecta que nos permitió bajar hasta la caseta de Alano con una sola parada entre medio y sin tiempo para fotos. Todo era buscar una nueva vaguada para realizar giros y giros con una facilidad extrema permitida por la calidad de la nieve. Hasta la remontada hacia el Achar de Alano se hizo corta pensando en la esquiada que acabábamos de completar. 



Como si fuera una guinda del pastel, la bajada por el Achar permitió, como muy pocas veces ocurre, bajar con los esquís calzados por el estrecho pasillo, ya que a estas alturas de la temporada suele estar con algún agujero en medio. No era el caso y hasta eso estuvo bien. Solo en la parte final encontramos nieve pesada para los últimos giros provocando pequeñas coladas en cada uno de ellos. Un día para recordar por la bonita esquiada con una nieve fuera de lo normal en un avanzado mes de abril.









sábado, 16 de abril de 2016

Circular en bici por los valles de Ansó y Roncal

Ayer viernes, entre chaparrón y chaparrón, salí a dar una vuelta con la bici. El monte echaba agua por todos los lados y las pistas y caminos tenían mucho barro, así que decidí dar un paseo por la carretera valle arriba acompañado de unas temperaturas primaverales.




Estas temperaturas suaves y las rayadas de sol hacen que las yemas de las hayas quieran romper por momentos.




También el río Veral está espectacular con un caudal abundante y limpio que adorna el paisaje con sus juegos entre las piedras del cauce.




Me había cogido un chubasquero porque creía que tenía muchas posibilidades de usarlo, es más, no tenía nada claro que llegara a Zuriza sin mojarme. Es evidente que no tengo futuro como meteorólogo porque me planté en Zuriza y cada vez en el cielo se iban abriendo más claros.




Animado por esta situación, decidí saltar al vecino Valle de Roncal para completar una circular, aunque llegara a comer un poco más tarde de lo previsto.




La bajada por Belabarce siempre resulta espectacular. Esta vez, el verde nuevo se apodera de sus praderas y anuncia que la primavera ya no tiene vuelta atrás.




Al poco de llegar al valle del Esca, me paré en el Puente de Otsindundua para cruzarlo y asomarme a la Cueva del Ibón. Esta había entrado en carga como suele ser habitual en tiempo de deshielo y no permitía aventurarse por su interior, pero el ver el agujero de cuento y oír el rugido que el agua produce desde su interior siempre resulta mágico.




Antes de llegar a Isaba se puede disfrutar de más puentes sobre el río Esca que se han respetado pese a los avances en las infraestructuras viarias.




El bochorno reinante hacía que, aunque iba valle abajo, me tocara pedalear para avanzar. El paso por Urzainki y Roncal fue rápido, aunque como suele ser habitual cuando paso por este último, me paro para observar los truchones de su vivero.





Al llegar a la fábrica de Enakesa, y no parar de mirar la chimenea como siempre, tomé el desvío a Garde que me llevaría hacia las rampas del puerto de Matamachos. Un puerto que da gusto subirlo siempre que se va de paseo. Las rampas y las curvas te van animando siempre, y el ver como se van quedando atrás cada vez más tramos, aún anima más. Otra cosa es tratar de apretar, el que quiera forzar la situación dispone en Matamachos de un buen sitio para hacerlo.




Una vez superado el puerto, la bajada hacia casa resulta de lo más reconfortante y más cuando a uno se le ha pasado un poco la hora de la comida y se da cuenta, de repente, de que tiene un hambre atroz.
Sin haberlo preparado y animado por el tiempo, completé una de las circulares clásicas de la zona... y sin ponerme el chubasquero. ¡Una gozada de paseo!