A Elia le pareció estupendo y más con lo de comer por allí, con lo que le gusta.
Aunque se preveían abundantes tormentas por la tarde, que se confirmaron, la mañana salió despejada, y las primeras rampas por "O Trestallo" hicieron que el calor apretara desde un principio.
Los primeros tramos de camino ya eran conocidos para Elia. Ya conocía la Borda Catalán, la Borda Techinero y la Espelunga Pabirrio, sobre todo gracias a las Marchas Senderistas Otoño Valle de Ansó que organiza el Club de Montaña Linza.
La frescura de la Espelunga Pabirrio nos permitió un respiro con respecto al calor reinante, algo que ya se mantuvo durante toda la excursión, con las abundantes sombras y el suave desnivel positivo que a partir de ese punto hay en el recorrido.
Elia se entretenía con todo lo que encontraba como suele ser habitual, tan pronto se refrescaba en las fuentes, como comprobaba la posibilidad de escalar una roca.
También le interesaba mucho conocer el camino hasta Siresa porque cuando fuera mayor y le dejáramos, iría ella sola a visitar a su amiga. Se llevaría ropa para cambiarse en la mochila y así estar en Siresa con ella, me decía. Al terminar de contarme todo eso y de manera inmediata me dijo: "¿cuando me dejaréis?"
En la Borda Botero hicimos una parada. Le conté la cercanía de las Bordas de Bizén y de Capuch, y que su bisabuela nació en esta última. Desgraciadamente los caminos, existentes y preciosos, como la mayoría de los del monte de Ansó están casi impracticables y lo que es peor, sin perspectivas de recuperarlos.
Los caminos en el valle son auténticas vías de comunicación espectaculares y con unas posibilidades tremendas de cara a generar puestos de trabajo y beneficios, incluidos los económicos, ligados a un desarrollo socioeconómico que en Ansó, indiscutiblemente ha de estar basado en naturaleza y su aprovechamiento ya sea ganadero, cinegético, educativo, lúdico, deportivo o turístico.
Pasada la muga, comenzamos el descenso, y después de refrescarnos en la Fuen d´a Cruz, pronto vimos nuestro objetivo bajo nuestros pies. Elia no se lo podía creer, "¡pues Siresa está muy cerca de Ansó!", comentaba mientras se fijaba bien en las zonas donde se podría despistar si iba sola e iba tomando nota.
Poco nos costó bajar hasta las inmediaciones del barranco del Hospital donde Elia intentaba localizar los saltos que sabe que allí hay y que también tiene ganas de hacer.
Al llegar a Siresa, Elia desapareció con su amiga Raquel. Entre tanto, yo me tomé una cerveza bien a gusto en la terraza del bar de siempre que ahora se llama "Lo salto la Vieja", con muy buenas vistas, mientras llegaba Elena. Comimos juntos como habíamos acordado y pasamos la tarde hasta que la tormenta nos empujó a volver a casa.
Día redondo, en el que todos disfrutamos de lo lindo.