Por la noche las nubes impidieron el rehielo que esperábamos y pese al madrugón, a las seis de la mañana la nieve no estaba helada en absoluto. Tras la porteada al llegar a los Laquettes hicimos un poco de comedia hasta que conseguimos cruzarlos por un tramo estrecho y calzarnos los esquís un poco antes que el resto de los muchos que llevaban las mismas intenciones que nosotros.
Estábamos en la cota 2080 y nos separaban justo los mil metros de desnivel hasta la cima del Néouville (3091 m). Sin pérdida de tiempo nos pusimos a foquear.
La cantidad de nieve que hay es alucinante y nos permite avanzar con los esquís puestos todo el rato salvo un pequeño corte de una decena de metros para salvar la cresta de Aubert.
Aro nos impone un constante y calmado ritmo que nos permite subir de una manera comodísima por todas las palas que nos llevan hacia nuestro objetivo.
Así como vamos avanzando en el ascenso las vistas que tenemos alrededor son cada vez más espectaculares. Yo voy detrás de Peyo todo el rato y no hago más de darle golpes con mis esquís en sus colas porque lo último que miro es el suelo. Peyo no se queja pero me imagino que, conociéndole, tendrá unas ganas de decirme algo que seguramente no será suave.
Decidimos apurar con los esquís todo lo que pudimos para acceder a la fácil trepada final.
Una vez arriba reconocimos el buen ritmo impuesto por Aro y lo efectivo que había resultado porque en poco más de tres horas habíamos completado la ascensión.
En la punta del Néouvielle nos hicimos la foto de rigor, echamos algo al cuerpo y con cuidado pero sin pérdida de tiempo destrepamos en busca de los esquís.
La bajada nos permitió disfrutar de una calidad de nieve habitual para un 15 de junio pero con una cantidad desbordante para las fechas en las que nos encontramos y que nos permite hacer desniveles considerables con mínimas porteadas.
Una vez abajo, la sensación de cruzar los lagos mientras el agua se va apoderando de la nieve y el hielo es aconsejable solo para que dure muy poco rato.
En la bajada nos encontramos con gente conocida, pero Iñaki e Iñigo, azpeitiarras conocidos de Aro se unieron a nosotros o nosotros nos unimos a ellos, para apurar al máximo la esquiada y así minimizar la porteada.
Juntos acabamos cenando un buen perolón de pasta, acompañado de unas también buenas viandas traídas de ambos lados de la frontera y comentando lo bien que se nos había dado el día por estos territorios. También observamos como un miembro de la gendarmería hacía cumplir la normativa desalojando tiendas de campaña instaladas en el aparcamiento e indicaba las zonas para poderlas instalar. Hablamos con él y en respuesta a nuestra pregunta de que hubiera ocurrido si nos hubiéramos quedado con el coche en el aparcamiento de arriba estando el acceso cerrado nos respondió con las cejas muy levantadas que la multa por hacerlo era de 1500 €. Todavía nos pusimos más contentos no sólo por que nos entrara la responsabilidad la tarde anterior, sino por haber evitado una posible multa muy considerable.