Elia corría ya desde el principio, yo le comentaba que aún quedaba mucho trecho por delante y que igual era más prudente caminar. Conseguí que me hiciera caso solo a ratos. A ella le está empezando a gustar eso de correr también en los ascensos ya que lo de hacerlo en las bajadas le ha gustado siempre,...¿tendré que empezar a prepararme para ir con ella al monte?...
Como todavía no sabe leer mapas, la noche anterior habíamos hecho un pequeño croquis del recorrido, la caseta del sobrante, la fuente de la foya Petrachema, el collado de linza, la arista,.... Cada vez que parábamos a beber agua o avanzábamos en el recorrido Elia curioseaba el croquis y observaba el avance de la jornada.
Antes de llegar al collado de Linza hubo un momento que me preguntó que cuándo iba a llegar el bosque. Pensé que se estaba aburriendo y decidí contarle cosas de los antiguos contrabandistas y carabineros. Ella no sabía ni quienes habían sido unos ni otros pero enseguida empezó a preguntar cosas. Era el sitio adecuado para hablar del tema, cerca teníamos las ruinas de la antigua caseta de los carabineros y a la vista teníamos todo el Barcal de Linza con el paso de la Escalerilla muy a mano, zona muy frecuentada por los protagonistas de la historia. Yo también disfruté un rato al contarle lo que mi abuela me contaba a mi respecto de las correrías de su padre en esta actividad. Al final Elia fue captando todo y, llevándolo todo a su terreno como suele ser habitual, preguntó que si su tatarabuelo corría mucho por el monte. Justamente me dio tiempo a decirle que si no lo habían pillado los carabineros al menos correría más que ellos, antes de salir como un tiro hacia el collado olvidándose por completo del bosque.
En el collado de Linza ya teníamos a la vista el objetivo y decidimos reponer fuerzas echando un bocado y volviendo a mirar el croquis. Hubo que ponerse algo de ropa ya que el viento era fresco y se notaba más al pararnos.
Retomamos la marcha y las carreras y pronto volvió a sobrar la ropa añadida en el collado. Antes de salir a la arista hicimos otra parada para comer un plátano y volver a añadir ropa al cuerpo ya que se intuía que iba a ser necesaria por el terreno afilado hasta la punta.
Elia estaba contenta y disfrutaba de ver que estaba llegando a Petrachema y que tenía muy a mano también la Mesa de Los Tres Reyes "que tampoco era para tanto". Mientras se asomaba a la arista para mirar, preguntaba que cuando íbamos a ir a la Mesa. Cada vez que se asomaba yo le decía que tuviera cuidado y no caminara mientras iba por el filo, que solo mirara, nunca faltaba la misma respuesta, "que si, pesau".
Llegamos a la punta y Elia exigió que en la foto de cima saliera la Mesa y las flores que alguien había colocado en el mojón cimero,...¡conseguido!.
Mientras disfrutábamos de la punta, del día, de otro pequeño tentempié, ...Elia decidió que teníamos que bajar lo más rápido posible y comer unos huevos fritos con chistorra en el Refugio de Linza. Antes de emprender la bajada, el hecho de contarle que estábamos en un pico que limita con Francia provocó nuevos juegos "mira papá tengo un pié en España y el otro en Francia".
Pasada la arista donde no le dejaba correr, volvimos a quitarnos ropa y emprender las carreras...
..."¡pero si hace un momento estábamos ahí arriba!".
Los dos habíamos disfrutado de lo lindo y en el Refugio repusimos fuerzas sin contemplaciones en un día perfecto para recordar.