El jueves por la mañana dejé el coche en el aparcamiento de Estós y comencé a caminar por el valle del mismo nombre hacia la Cabaña de Turmo en una mañana fresca y un cielo despejado.
Sabedor de que el objetivo estaba lejos, tanto en distancia como en desnivel, no me entretuve mucho por el camino. La fresca mañana y la sombra del fondo de valle ayudaron a avanzar con rapidez. El último tramo empinado de bosque que discurre junto al Barranco de Perdiguero me plantaron a la vista de la Coma de Perdiguero.
Dejando atrás los suaves pastos donde las vacas y yeguas parecían estar a gusto, me planté en el Ibonet de Perdiguero donde lo que ya predominaba era el granito. Desde ese momento encontrar tasca por ese territorio era todo una lotería.
A resguardo del Perdigueret, pronto llegué a la Collada Ubago, desde donde la vista se iba al Ibón Blanco de Literola. Los mojones me iban llevando entre la inmensidad de bloques de granito hacia el Hito Oriental del Perdiguero, retomando de nuevo las vistas hacia Estós y al camino recorrido.
Desde el Hito Oriental del Perdiguero ya quedaba a la vista la cima y objetivo del día. Estando allí me viene a la memoria una vieja y mala experiencia vivida en esa zona. Hacia el año 82, (si si, el del mundial de España) contaba con 14 años y una tormenta me pilló en esa zona. Me abracé con toda la fuerza que pude a uno de esos bloques graníticos sin quitarme la mochila porque pensaba que iba a salir volando. Allí aguanté agua y granizo, no se el tiempo que estuve, pero se me hizo eterno. En que aflojó la tormenta, y aún teniendo el pico a la vista, decidí largarme de allí y dejar el pico para otra ocasión. No se si será por esto, o por casualidad, pero nunca más me ha pillado una tormenta en una arista.
El día no se parecía en nada al que estuve recordando y las vistas desde el pico se alargaban por todos los lados. Hacia las Maladetas, hacia el Posets, Batiselles, Perdido, Vignemale, ...
Una media hora en la punta del Perdiguero me dio para disfrutar de lo lindo mientras echaba un bocado. Pero aún quedaba la vuelta y no había más tiempo que perder.
Poco a poco desanduve lo andado y fui bajando por la misma ruta hacia el Valle de Estós.
Una vez había bajado por el Barranco de Perdiguero decidí volver hacia la Cabaña de Turmo aunque alargara un poco más que por La Coma que me hubiera dejado en la Cabaña de Santa Ana. Iba bien de tiempo y además tendría mas sombra por la pista de Estós.
Aproveché para disfrutar de las espectaculares cascadas de las Gorgues Galantes, ya que por la mañana apenas había parado.
Un buen trago de agua en la Fuente Coronas me ayudó a llegar más fresco al aparcamiento donde una espectacular mesa de granito también ayudó a disfrutar de una buena comida. Día espectacular en una jornada redonda, donde ya podía venir la borrasca prevista para el día siguiente que yo me iba a seguir disfrutando, esta vez, de las fiestas de Ansó.