viernes, 29 de septiembre de 2017

Perdiguero por Estós. Benasque

El pasado 21 de septiembre era festivo local en Ansó. Comenzaban las fiestas por San Mateo y aunque había ganas de fiesta, también me apetecía salir un poco. Decidí irme a Benasque el miércoles por la tarde para aprovechar el jueves subiendo al Perdiguero.




El jueves por la mañana dejé el coche en el aparcamiento de Estós y comencé a caminar por el valle del mismo nombre hacia la Cabaña de Turmo en una mañana fresca y un cielo despejado.




Sabedor de que el objetivo estaba lejos, tanto en distancia como en desnivel, no me entretuve mucho por el camino. La fresca mañana y la sombra del fondo de valle ayudaron a avanzar con rapidez. El último tramo empinado de bosque que discurre junto al Barranco de Perdiguero me plantaron a la vista de la Coma de Perdiguero.




Dejando atrás los suaves pastos donde las vacas y yeguas parecían estar a gusto, me planté en el Ibonet de Perdiguero donde lo que ya predominaba era el granito. Desde ese momento encontrar tasca por ese territorio era todo una lotería.




A resguardo del Perdigueret, pronto llegué a la Collada Ubago, desde donde la vista se iba al Ibón Blanco de Literola. Los mojones me iban llevando entre la inmensidad de bloques de granito hacia el Hito Oriental del Perdiguero, retomando de nuevo las vistas hacia Estós y al camino recorrido.




Desde el Hito Oriental del Perdiguero ya quedaba a la vista la cima y objetivo del día. Estando allí me viene a la memoria una vieja y mala experiencia vivida en esa zona. Hacia el año 82, (si si, el del mundial de España) contaba con 14 años y una tormenta me pilló en esa zona. Me abracé con toda la fuerza que pude a uno de esos bloques graníticos sin quitarme la mochila porque pensaba que iba a salir volando. Allí aguanté agua y granizo, no se el tiempo que estuve, pero se me hizo eterno. En que aflojó la tormenta, y aún teniendo el pico a la vista, decidí largarme de allí y dejar el pico para otra ocasión. No se si será por esto, o por casualidad, pero nunca más me ha pillado una tormenta en una arista.




El día no se parecía en nada al que estuve recordando y las vistas desde el pico se alargaban por todos los lados. Hacia las Maladetas, hacia el Posets, Batiselles, Perdido, Vignemale, ...




Una media hora en la punta del Perdiguero me dio para disfrutar de lo lindo mientras echaba un bocado. Pero aún quedaba la vuelta y no había más tiempo que perder.




Poco a poco desanduve lo andado y fui bajando por la misma ruta hacia el Valle de Estós.




Una vez había bajado por el Barranco de Perdiguero decidí volver hacia la Cabaña de Turmo aunque alargara un poco más que por La Coma que me hubiera dejado en la Cabaña de Santa Ana. Iba bien de tiempo y además tendría mas sombra por la pista de Estós.




Aproveché para disfrutar de las espectaculares cascadas de las Gorgues Galantes, ya  que por la mañana apenas había parado.




Un buen trago de agua en la Fuente Coronas me ayudó a llegar más fresco al aparcamiento donde una espectacular mesa de granito también ayudó a disfrutar de una buena comida. Día espectacular en una jornada redonda, donde ya podía venir la borrasca prevista para el día siguiente que yo me iba a seguir disfrutando, esta vez, de las fiestas de Ansó.










lunes, 18 de septiembre de 2017

Circular desde la Borda Ostias, Ansó. Solano Salas-Cueva Gurrillón-Faja Beatorre

Ayer domingo, con una meteorología incierta, decidimos con Elia dar un paseo por el valle en lugar de aventurarnos por las alturas. Hacía días que no nos metíamos en el bosque y también apetecía.




Aunque ya habíamos recorrido todos los tramos que teníamos previsto realizar en otras ocasiones, nunca los habíamos realizado completando una circular entretenida desde la Borda Ostias.




Como siempre, el bosque está lleno de sorpresas, y al poco de empezar Elia se encuentra con unos trozos de "tieda" (madera de pino seca y muy resinosa conocida como tea y que son las pastillas naturales para encender el fuego) que le encanta olisquear. Por supuesto, guarda un trozo como ambientador de pino para el coche.




Aunque el día estaba nublado, el bosque estaba precioso y los colores del otoño empezaban a pedir paso tímidamente... de momento.




La imaginación permite ver en los árboles desde cabezas de serpientes hasta bocas de tiburones. Eso cuando no vemos afecciones reales que la naturaleza provoca y que dan resultados agresivos como el rayo que había provocado la rotura de un haya impresionante.




Al llegar a la Cueva Gurrillón, Elia rápidamente se quitó la mochila y se puso a trepar como siempre por la roca para comprobar que el asunto le sigue entreteniendo.




Después eligió el mejor sitio para pernoctar en la cueva en una supuesta próxima excursión con sus amigos. Se fue tumbando en todos los encames de jabalí que ya había visto en anteriores ocasiones para comprobar cual era el más cómodo. Mientras esto ocurría yo me entretenía con las vistas que ofrece semejante balcón.




Poco a poco fui convenciendo a Elia de que teníamos que seguir para completar la circular y llegar a tomar un vermú a Ansó como habíamos acordado en casa.




La vuelta a las entrañas del bosque volvió a darnos sorpresas y Elia encontró desde máscaras hasta hipnotizadores. Pasear por la Faja Beatorre es lo que tiene...




Realmente es una gozada meterte por estos andurriales que tenemos al lado de casa y disfrutar de ellos tan cómodamente.




Aún dio para que Elia se encontrara más cosas. Un cartucho gastado y una bala sin que el percutor hubiera golpeado en ella, dejaron claro que el terreno es propicio para la caza. No es de extrañar que los animales elijan estas zonas para desarrollar su vida.




Contentos de haber visto tantas cosas e incluso tropezarnos con un par de jabalís en el recorrido, llegamos al coche con buena hora para tomar el vermú previsto y después, comer de buena gana.