viernes, 19 de abril de 2013

Esquí de travesía en Ansó. Alano-Zucaca

El domingo 14 de abril, día de la República, por trabajo no pude quedar con Pablo antes de las siete de la mañana. El calor previsto para el día hacía que nos tuviésemos que limitar en nuestras pretensiones. Decidimos, en vista de lo que vimos el día anterior, repetir por la zona y aprovechar para esquiar lo que actualmente se conoce como las Canaletas, aunque en realidad la bajada es hacia Zucaca, dejando las Canaletas de Ruzquía hacia nuestra espalda, hacia el Oeste.



Pronto vemos nuestro objetivo bien soleado por su orientación Este. También vemos como la gente utiliza la suave huella que abrimos el día anterior,... ¡que buena traza Pablo!.



Al llegar al estrecho, Pablo se ofusca en no quitarse los esquís y seguir marcando huella para facilitar el camino al que venga detrás. Algunos han elegido sitio para resguardarse o pernoctar y han dejado también su huella.



La mañana era más fresca que la del día anterior ya que estaba despejado, lo que hizo que no paráramos a comer nada hasta llegar al sol en Alano. Eso si, Pablo se vio sorprendido por mi arroz con leche que había hecho Elena para las cenas del día anterior. La tentación de verlo por la mañana  en el frigorífico, mientras daba los desayunos, hizo que no pudiese aguantarme y a la mochila que fue.



Sin perder tiempo nos dirigimos hacia nuestro objetivo, observamos como Peñaforca mantiene bastante nieve, pero si queremos bajar hacia Zucaca no podemos perder tiempo.





Salvando dolinas sin quitar las pieles, nos asomamos a los abismos que proporciona la Sierra de Alano y decidimos subir a la Punta de Ruzquía. Esta decisión nos proporciona unas vistas de la Punta de Tresveral alucinantes.




Tras echar un vistazo a las auténticas Canaletas de Ruzquía, esquiamos la corta pala para acercarnos al descenso hacia Zucaca.




Son casi las diez y media de la mañana y la nieve, en esta orientación, acelera su trasformación. Pese a estar rondando la cota 2000, las cornisas chorrean agua como cuando se estruja una esponja, y por las paredes de piedra el agua baja en cascada.




Cuando Pablo inicia el descenso por el paso más estrecho yo me tengo que esperar para no echarle la nieve encima. Después, cuando el circo se abre, incluso enredamos con las ensaimadas que nos caen producidas por nuestros propios giros como si de un torneo de recortadores se tratara.



Continuamos el descenso por el bosque de Tachera con una nieve más que aceptable hasta el final de la pista. Poco pasaban de las once y media cuando nos encontrábamos en el Camping de Zuriza tomando un vermú. En apenas tres horas habíamos disfrutado de un rato de esquí por la mañana y todavía nos quedaba el día por delante para seguir disfrutando de cualquier otra manera.