Las boletas ya hace unos días que han acudido a sus lugares habituales y todo parece que esté ya solucionado en cuanto al mal tiempo invernal se refiere. Pero como dicen los que ya tienen los huertos en marcha: "el invierno no se lo comen los ratones" o "hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo", aunque también debería valer el "que nos quiten lo bailau".
Asumiendo el mal de culo que tendré mañana por la inactividad bicicletera de los últimos meses, me he encaminado esta mañana hacia Hecho. Una vez en la muga he tomado la pista de la Sierra de Los Ríos con la intención de recorrer el Paco de Romendía.
Hace algún tiempo ya había realizado una entrada con este mismo recorrido. En aquel entonces se iniciaba una saca de madera de pino en Romendía y la trocha estaba recién repasada. Este invierno, acordándome de esta entretenida vuelta, me dí un paseo para ver como había quedado la trocha después de la saca de madera y ver si podía volver a dar la vuelta. Vi que la extracción de madera no había modificado el trazado plano de la trocha que la convertía en un paseo cómodo e ideal para recorrer el monte de punta a punta sin prácticamente desnivel.
Antes de llegar a la Collada de Terit que es donde se deja la pista principal y se coge la trocha comentada, he pasado por el comedero y por el cercano observatorio ornitológico. Hoy no había comida y no ha habido mucha suerte para ver bichos.
Una vez en la trocha empieza lo bueno. Cierto es que el desuso hace que la maleza vaya ganando terreno. Árboles caídos que algunos se pueden esquivar y otros no, ramas en el suelo que permiten el paso unas veces y otras te hacen desmontar de la bici para salvarlas y, por qué no, algún que otro enganchón en la pierna con alguna zarza que no se ve, animan el recorrido que, en general y pese a lo descrito, podemos considerarlo como ciclable.
Como he comentado antes, la trocha cruza el Paco de Romendía sin prácticamente desniveles. Esto hace que no resulte duro avanzar por el bosque en el que se disfruta con todo lo que se ve. Desde el abundante rastro del jabalí, al ruido que produce en su huída, pasando por el martilleo constante de los pájaros carpinteros y el ronroneó de las parejas de ardillas que en su ensimismamiento permiten ver de cerca todos sus movimientos.
Cada uno de los cerros por los que se pasa se convierten en auténticos miradores donde las paradas se suceden permitiendo pasar el rato de la manera más tranquila.
Un potente descenso me pone en el barranco sin darme cuenta. La pendiente impone, pero la bajada es realmente sencilla ya que el piso de la trocha, en este tramo, esta bastante limpio y permite disfrutar de un desnivel extraordinario y continuado sin dificultades añadidas. Se sale a la carretera a la altura del Faile y la Monja desde donde, tras cruzar los túneles, te plantas en casa en un abrir y cerrar de ojos. Todo una gozada desde la puerta de casa aprovechando las altas temperaturas y el ambiente primaveral que estamos teniendo