Las previsiones meteorológicas daban algo de lluvia, y los dos días previos con un catarro monumental hacían que pereceara algo a la hora de acudir a la cita, pero finalmente me animé a ir. La cosa no empezó mal, sin haberlo previsto, allí me encontré con Gabriel "el riojano" llevándonos ambos una buena sorpresa. El había quedado con Gema y los tres nos inscribimos a la prueba.
Nunca había usado la dichosa pinza y todo era una sorpresa, desde su reseteo antes de empezar, su activación y el fichado en cada una de las balizas de la prueba, todo era nuevo para mí.
Una vez activada la pinza y con el mapa en la mano, a por las 22 balizas perdidas en el monte. Todo un reto y cada uno por su lado.
Cierto es que el tiempo no me importaba y lo que quería era localizar todas las balizas, pero algún trote ya eché, animado por la sucesiva localización de cada punto.
Foto organización |
Una escala que nunca había usado (1:7.500) me permitió mantener la brújula siempre en el bolsillo. Iba localizando las balizas de forma rápida con las referencias del mapa, pero había que estar concentrado con la multitud de caminos que allí había. Tanto es así que cuando más confiado iba, al intentar localizar la número 17 me despisté y tuve que reorientarme buscando una buena referencia para, empezando de nuevo, localizarla. Esto me supuso una buena pérdida de tiempo, pero lo que a mí me interesaba lo había conseguido y me quedé contento.
Foto organización |
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Además el tiempo nos respetó y no llovió, lo que permitió disfrutar de una jornada de lo más entretenida organizada por el Club Deportivo Navarra en su sección de Orientación. Felicidades a la organización por permitirme descubrir este mundillo.
Un tentempié al final de la prueba permitió recuperar fuerzas para llegar a Ansó con tiempo suficiente para tomar un vermú antes de comer. Un día diferente donde conocí gente nueva, tuve también buenos reencuentros con viejos conocidos y me quedaron ganas de repetir en otra ocasión.