Subimos con el coche hasta la Borda Abau y otra vez partimos desde los 1000 metros con una nieve polvo alucinante.
La mañana era fresca y en las alturas aún se veía volar la nieve por efecto del viento, lo que aseguraba el frío para cuando llegáramos.
La nieve y viento ha acumulado mucha nieve en las canales de piedra que bajan al ibón. Hoy era el primer día de sol después de varios días de viento y nieve y no nos atrevimos a subir por ninguna de ellas. Por ello, dimos un rodeo cruzando el pequeño ibón de Ezcaurri para ir en busca del lomo y ascender a la punta de forma más suave.
El fuerte viento había pelado el cerro y teníamos que ir buscando lenguas de nieve para progresar en el ascenso. Muchas veces había que sortear piedras para buscar otra de las lenguas que nos permitiera avanzar.
La subida por todo el lomo nos permitía tener unas vistas impresionantes de toda la zona. De igual manera, el viento aumentaba a la vez que acumulábamos pasos en nuestro ascenso y la nieve disminuía en nuestro recorrido.
Llegó un punto que, la falta de nieve robada por el viento, hizo que nos tuviésemos que quitar los esquís y seguir a pie con la cima ya a la vista. Clavamos los esquís en una cornisa y nos pusimos a caminar.
Nada más empezar a andar, los dos, casi a la vez, nos hundimos en la nieve de forma sorprendente. Pablo sale después de un par de empentones, pero a mí me cuesta un poco más. Mi pierna derecha estaba totalmente metida en la nieve y lo peor de todo es que mi pie no llegaba al suelo para poder apoyarme y salir, ...¡huy, que sensación más rara! . Cuando fui a apoyarme con las manos para salir del agujero, el brazo izquierdo se hundió de la misma forma complicando la situación. Al final, arrastrándome sobre la nieve y muy poco a poco salí a flote como una culebra. A partir de ahí, a mirar donde se ponen los pies con atención.
Antes de llegar a la punta tuvimos que parar para ponernos algo más de ropa ya que el viento era realmente helador. Una vez bien tapados, nos acercamos con mucho respeto a la cornisa, para ver el circo de Tresveral, que si todo va mas o menos normal, este año nos permitirá bajarlo.
Al bajar, miramos desde el cerro para ver si nos dan confianza las palas más directas, pero finalmente optamos por realizar la bajada por donde hemos subido. Eso nos lleva a volver a hacer el mismo rodeo que en el ascenso.
No perdimos nada de tiempo ya que Pablo tenía que irse de viaje y esto hizo que pudiéramos llegar a casa a comer con muy buena hora. El día iba mejorando por momentos y yo, después de comerme un buen plato de garbanzos con bacalao me subí a a Las Eras y decidí marcar la huella del circuito de raquetas con los esquís. La orientación del circuito había mantenido la nieve polvo como si hubiera estado conservada en una nevera. El disfrute fue máximo tanto en la subida como en la bajada, para muestra, un botón...