Eran las once de la mañana cuando empezamos a caminar y el día prometía. Llevábamos abundante ropa de abrigo, ya que los días anteriores habían sido bastante frescos. Mientras Elia no paraba de quitar ramas y palos del camino me contaba lo bien que se lo había pasado el día anterior en Fago. Desde sus bailes acordes al disfraz de hawaiana con el que me recibieron ella y sus amigas cuando la fui a buscar por la noche, hasta el "rapel volao" que montaron Gerardo y Jon con una grúa y con el que disfrutaron de lo lindo todos los niños que allí acudieron.
Sin parar de hablar, cuando nos dimos cuenta estábamos en la loma Paulín y el sol apretaba pero a cambio ya habíamos ganado altura y el aire estaba presente, lo justo para que fuera agradable. Desde allí nos dirigimos hacia la fuente del codero de Archincha. Lugar que tuvo su sitio en la prensa, hacia el año 1970, por haberse encontrado el cuerpo de un oso muerto. Mientras le contaba esto a Elia, alcanzamos la fuente y justamente al llegar oímos un chapoteo y observamos el agua turbia y un salpicado reciente sobre las piedras e inmediatamente Elia dijo: "igual era el oso". Le comenté que el 1970 había pasado hacía muchos años y lo más fácil es que se tratase de algún jabalí sediento y se quedó tan conforme.
Una vez echado el trago de agua de rigor, nos adentramos hacia el codero de Archincha. Lugar aislado donde reina una tranquilidad fuera de lo normal. Allí nos sorprendió Manolo, que iba corriendo aprovechando la mañana tan buena que había salido.
A partir de ese momento nos adentramos en una senda espectacular. Si se hiciera una clasificación de sendas del Pirineo, a buen seguro que esta disfrutaría de un lugar destacado. La senda se abrió por primera vez en el verano de 1974 y solo hasta alcanzar el circo de Tresveral y por motivos de caza. Pero los que allí estuvieron trabajando, se dieron cuenta de que no eran los primeros que pasaban por esos escarpes a tenor de la cantidad de cepos y lazos que iban encontrando por el camino. Hoy la senda continúa hasta Zuriza utilizando antiguas trochas de sacar madera de Tresveral y rompiendo el estrecho de la cleta de Zuriza como se puede, eso sí, señalizado y con abundante uso.
Elia estaba un poco mosqueada porque en los tramos en los que nos encontrábamos no le dejaba correr por el camino y más después de haber visto a Manolo. Le explicaba que había que pasar con cuidado, realizar trepadas y no se podía fallar, ya que una caída en según que sitios podía tener malas consecuencias. Mientras le comentaba esto escuchamos unas voces que venían de arriba, pero, ¿cómo podía ser?, si yo le había dicho que no había otra posibilidad de paso. Solo se podía pasar por donde estábamos pasando. Echando la vista hacia donde se oían las voces descubrimos el secreto y entonces a Elia ya no le interesaba correr, solo quería escalar.
Las trepadas le convencían mientras avanzábamos y me decía que aunque no estuviéramos subiendo ningún pico esta excursión le estaba "molando".
Al entrar en el bosque de Tresveral, dejando atrás las fajas colgadas le dije que era el momento de correr si quería. El resultado fue que pasamos el tramo de bosque en un pis-pas. Ella controlaba las series de dos minutos corriendo y treinta segundos andando. Cuando pensaba que me estaba haciendo alguna trampilla con las rampas me sorprendió el arranque que tuvo para salvar la Cleta de Zuriza. Una de las pendientes más fuertes del recorrido se la tragó a la carrera y eso que era el final del recorrido y después de unas fiestas, ???.
Llegamos al Camping de Zuriza justo a la hora de comer y compartimos mesa con los compañeros del Club Linza que venían de realizar una de sus habituales salidas, esta vez a la Paquiza de Linzola. La comida era buena, el ambiente también, nos atendieron muy bien y Elia contaba el camino que había realizado y lo bien que se lo había pasado el día anterior en las fiestas de Fago.