Esta mañana, y aprovechando un descuido de la meteorología que ha hecho que parara de nevar, hemos decidido con Elena dar un paseo con las raquetas de nieve. Resulta ventajoso tomar una decisión de este tipo y poderla realizar de inmediato sin desplazamientos en coche hasta el lugar de inicio de la actividad.
Elena iba cómoda tras la huella que le abría al ir yo por delante. Los pinos estaban cargados de nieve y el camino solo se intuía, pero resultaba suficiente.
Cuando estábamos en el punto más distante del paseo y quedando aproximadamente la mitad para volver a casa, el cielo se cerró de nuevo y volvió a nevar con ganas. Daba igual volver que seguir y completar la circular, así que continuamos con el plan inicial
Elena insistía en que ella siempre tiene suerte y, como por arte de magia o una pizca de brujería que también debe de haber algo, de nuevo paró de nevar.
Poco a poco, al ir bajando ya se veía de nuevo civilización y veíamos a los niños, y no tan niños, jugar con la nieve disfrutando.
De nuevo en casa con las raquetas hasta la puerta, después de haber dado un precioso paseo, haber disfrutado de la nieve y también de haber hecho buena gana de comer. ¡Todo un lujo!.