Una buena tormenta nocturna en Lizara había refrescado un poco el ambiente caluroso del día anterior. ¡Que bien se duerme en el Refugio de Lizara!. Elia ni se había enterado de los truenos y relámpagos de lo a gusto que había dormido y eso que el espectáculo no fue malo. Perfectamente podría haber competido en luz y sonido con cualquier empresa pirotécnica.
Nos dirigimos a nuestro destino disfrutando desde el principio. Elia descubrió el dolmen de Lizara como debe ser. Hizo un buen reconocimiento meticuloso no se si por iniciativa propia o provocado por Pablo. Ninguna de las dos opciones son descartables.
Era la primera vez que Elia iba a realizar una escalada de varios largos, o como le dijo Jorge del Refugio de Lizara, su primera tapia. Al llegar a pie de vía una cara de incertidumbre mostraba su ilusión y su confusión. Acertó a preguntar: "¿cuantas veces la vamos a escalar?". Le explicamos que eran siete largos y que era como si estuviéramos en las placas de Linza, que ya conoce bien, y subiéramos siete veces.
Al llegar a la primera reunión observaba atenta todo el jaleo de cuerdas y comprobaba que aquello estaba seguro y que era hasta cómodo. Empezaba a entender aquello de reuniones y largos que tantas veces había escuchado, así como lo de asegurar primero al que sube desde abajo, y después, que el primero asegure a los que vamos detrás desde arriba.
La vía resulta ideal para esto de la iniciación a la escalada. Fue abierta por Julio Benedé y son 220 metros de II y III grado. La reseña original esta en el blog de Sendero Limite así como información precisa de la misma.
A mitad de escalada se nos echó la niebla definitivamente, ya que hasta entonces iba y venía de vez en cuando como el que no quiere la cosa. La humedad mojaba la roca pero el resguardo propiciado por la curiosa formación geológica protegía la zona por donde teníamos que progresar.
A Elia no le gustaba aquello de que se hubiese echado la niebla porque no le dejaba ver el suelo y donde nos encontrábamos. Y cuando le dijimos que habíamos superado la mitad de la escalada tampoco le hizo gracia. No le apetecía que se terminara tan pronto.
Como en las reuniones se aburría porque decía que ella no hacía nada, en los largos, además de escalar, buscaba la diversión como podía hasta la siguiente reunión, animando el ascenso.
Unas chorroteras de agua en la roca animaron los últimos largos. Había que esquivarlas para evitar resbalones y las opciones eran pocas y obligadas. A la vez que preguntaba "y ahora por donde" se contestaba "¡ah! ya lo veo", y avanzaba sin perder tiempo.
En el tramo final aumentaba espesura de la niebla pero seguíamos protegidos de su humedad por la roca. En la última reunión Elia ya no sabía que hacer para pasar el rato. Había intentado de todo, ayudarme a asegurar a Pablo, echarse una siesta, colgarse de la reunión, ...
Pese a lo aburrido de las reuniones, en general le había encantado esto de escalar. Pero quedaba la vuelta y al salir del estrato tocaba mojarse un poco. Esto de que se mojen los pantalones y se agarren a las rodillas al caminar no lo lleva nada bien, y hasta que ya se acostumbró a caminar así, nos lo hizo saber unas cuantas veces, ...bueno yo creo que a cada paso que daba.
Unas flechas rojas pintadas en el suelo resultan del todo útiles para buscar el Collado del Bozo y más en caso de niebla espesa como era el caso. A partir de allí y conforme perdíamos altura la niebla desaparecía. Y lo que entonces aparecía era el hambre y así nos lo hacía saber Elia.
La bajada fue entretenida, pocos segundos de silencio hubo. Una muy buena comida en el Refugio de Lizara y atendidos de forma muy agradable y efectiva por todo el personal del refugio, dejaron a Elia con ganas de volver otra vez.
En la comida se nos ocurrió la posibilidad de hacer la ferrata de Lizara antes de ir a por el coche a Gabardito. Nada más que Elia lo escuchó mostró su habitual entusiasmo ante cosas de estas. Dicho y hecho, mientras Pablo y yo terminábamos el café, ya nos estaba apretando para terminarlo.
Para Elia era su segunda ferrata. Ya había aprendido en el campamento de este verano en Oza y nos explicaba a Pablo y a mi como funcionaba todo el tinglado, ya que para nosotros era la primera.
La ferrata es corta pero vertical, creando sensaciones interesantes. Elia disfrutó de lo lindo y al final se quedó contenta con todo lo que habíamos hecho el fin de semana. Desde la travesía de Gabardito a Lizara, la acogedora estancia en el Refugio de Lizara con pernocta incluida, su primera tapia y el remate inesperado de hacer la ferrata completaron dos días de actividad veraniega de lo más entretenidos.