Tras el desayuno, todos nos ponemos en funcionamiento. Tanto los que van a realizar el recorrido largo como los que hacemos el corto, compartimos trazado hasta Puyeta, así que nos ponemos en movimiento casi 130 personas a la vez.
Tomamos el camino viejo hacia Fago que se adentra por el paco de Espelá. Elia está nerviosa y contenta por participar por tercer año consecutivo en la marcha senderista, y más este que se han animado casi todas sus amigas.
Antes de llegar a Puyeta, en la Loma Escalerilla, paramos a echar un trago de agua de la cantimplora. En ese momento escuchamos unos gritos angustiosos de algunas de las amigas de Elia que estaban unos metros más abajo por el camino. Las ocupantes de un avispero se habían cebado con todo el que pasaba por ahí, posiblemente provocadas por el paso de los senderistas que íbamos delante.
Tras pasar por el control de Puyeta nos acercamos al espectacular avituallamiento preparado. Estando allí, nos vamos enterando de la cantidad de afectados por el ataque de las avispas. La Cruz Roja se tuvo que emplear a fondo con todos los afectados y los más pequeños fueron atendidos por un pediatra que se encontraba entre los senderistas. El profesional tranquilizó sobre todo a los padres, ya que había niños que después de un rato preguntaban a sus progenitores que si se iban a morir.
Cuando todo volvió a la normalidad, y los más pequeños que llegaron a dudar de su continuidad en esta vida, se olvidaron de sus pensamientos negativos correteando por la loma de Puyeta, decidimos emprender el camino de vuelta. En el corto tramo de carretera hasta tomar el camino de Usarna una masiva caravana de motos nos sorprendió, mientras los que hacían el camino largo continuaban hacia Fago, buscando antes la collada de Repatauda.
En la bajada todos disfrutamos del monte, de las setas, de las fayetas, del azafrán,...
... de la familia, de nuevos conocidos, de la brújula que nos habían regalado los organizadores por participar en la marcha. Casi sin darnos cuenta llegamos a Ansó donde los fogones del paseo del trinquete ardían preparando la brasa necesaria para la comida. Y dentro del triquete los migueros mimaban el contenido de sus grandes sartenes.
Daban ganas de empezar a comer, pero era pronto y había que esperar y dar tiempo a los que se habían aventurado a hacer el camino largo. Sin duda llegarían también con apetito y no era cuestión de dejarles sin nada.
Algunos tuvimos la escusa perfecta para ir a tomar un vermú por los bares de Ansó, mientras los pequeños seguían corriendo y jugando incansables por el pueblo.
Felicitaciones al Club Linza por la organización y a todos los colaboradores que hacen posible todo esto.
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