Subimos a Linza y, mientras en Ansó había cuatro dedos escasos de nieve, en el aparcamiento del refugio pasaban de 20 los centímetros acumulados.
Nos calzamos los esquís y sin pérdida de tiempo nos dirigimos hacia el Achar del Caballo. La nieve estaba ligera, ligera. Todos estábamos convencidos de que si aguantaba así, el día, aunque corto según la previsión, iba a ser para disfrutarlo.
Pasado el Achar del Caballo con alguna dificultad provocada por el mimo que ofrecía alguno a sus esquís, ya que la nieve reciente hacía que los cantos rozaran con alguna piedra escondida bajo el manto blanco, nos adentramos en un precioso hayedo salpicado por algún que otro tejo de dimensiones y porte considerables.
Fuera del bosque observamos que los picos estaban todos cubiertos por las nubes, pero nosotros teníamos visibilidad, y margen según las previsiones, con lo que en ningún momento dudamos en seguir adelante.
Ciertamente tenía mala pinta, pero el gris del cielo unido al blanco y negro reinante hacían que Jaime se acordara de su máquina fotográfica que estaba tan tranquila en casa. Toda esta calma se truncó cuando en el cerro del Chinebral de Gamueta entró a la brava y sin pedir permiso el temporal anunciado. La nieve se venteaba por momentos, la visibilidad disminuía y el frío aumentaba.
Estas circunstancias, unidas a que ya teníamos asumido que la tregua seca era corta y las ganas que teníamos de disfrutar de la nieve polvo en la bajada con un mínimo de visibilidad, hicieron que la decisión de quitar pieles y desistir del pico fueran instantáneas. Rápidamente nos preparamos para el asalto a la nieve virgen.
En el descenso todo eran gritos de júbilo, hasta Jaime que mantiene sus dudas hasta el final, bajaba con una sonrisa en la boca y comentando la suavidad de la nieve polvo. José Antonio nos grabó un video que transmite muy bien lo que a mí me cuesta explicar, lo podéis ver pinchando aquí.
En las partes bajas, todavía no había llegado el temporal y la calma volvía a dejar bonitas imágenes de tonos grises. Al llegar a la carretera a la altura de la fuente de los Clérigos, el mantenimiento habitual de la limpieza de la carretera hizo que nos tuviéramos que echar los esquís a la mochila para llegar a Linza.
El trayecto hasta Linza se nos hizo corto comentando lo bien que nos lo habíamos pasado, pese a llevar los esquís colgados de la chepa. Justo al llegar a Linza empezó a nevar, así que fuimos al refugio a celebrar nuestra decisión de darnos la vuelta y disfrutar de la esquiada con unos pinchos y una cerveza que nos supieron muy, muy buenos ya que no nos había dado tiempo de comer nada con las prisas.