lunes, 7 de julio de 2014

Los terceros también existen. Escalada en Peña Rueba

El sábado fuimos Pablo y yo a escalar. En principio habíamos pensado en ir al Anayet, pero como las previsiones meteorológicas no estaban claras y existía la posibilidad de tormentas decidimos asegurar y bajarnos al Reino de los Mallos, concretamente a Peña Rueba. Pablo había mirado las reseñas en el blog "Escalando" donde, tanto la reseña como la descripción de los accesos está muy bien explicada.
La vía elegida se llama "los terceros también existen" y sus aperturistas J. Benedé y L. Royo de Sendero Límite nos dan garantía tanto de grado como de equipación.



A las seis de la mañana habíamos quedado para salir desde Ansó, por aquello del calor. La verdad es que nos fue bien, ya que hicimos toda la escalada prácticamente en sombra por la orientación.




La aproximación la hicimos sin apenas dudas siguiendo la reseña antes indicada, y rápidamente encontramos el arranque de la vía. Nos enfrentábamos a 270 metros de escalada repartidos en diez largos con la mayor dificultad en el tercero. Un muro bien equipado de 5b que, aunque se pasa sin apuros, hay que apretar.




En este tramo le prestamos unas cintas a Eduardo Teba que escalaba detrás de nosotros con su hijo Alberto. El tramo necesita unas quince cintas y el cambio de destino por los mismos motivos que nosotros hizo que fueran algo escasos de material.




La compañía era agradable, y en las reuniones las charradas eran continuas. Su hijo Alberto disfrutó mucho en ese tercer largo que es donde más vertical se pone la pared.




Casi sin darnos cuenta nos plantamos en la cima del Mallo de la Mora donde también estaba el mar. Restaban dos largos de mero trámite para tener la posibilidad de ir a la punta de Peña Rueba. Desde allí las vistas eran espectaculares, los Mallos de Riglos, los de Agüero, el valle marcado del río Gállego que siempre pasa desapercibido cuando vas por la carretera, la Peña Oroel, el Pirineo,...



En cuanto el terreno lo permitió, Pablo echó a correr hasta la cima, mientras el resto subíamos sin prisa. Arriba nos hicimos una foto juntos para tener un buen recuerdo del día.




El descenso lo hicimos por una bonita y entretenida ferrata, no sin antes subir a la punta de Peña Varella (creo que es ese su nombre) que nos desafiaba tentadora. Después de descender de dicha punta, Pablo también encontró tentadora la sombra de una carrasca aislada en la que dimos buena cuenta del bocadillo que llevaba.





Entre risas y enredos bajamos por la ferrata como críos. Habíamos completado una mañana de sábado por todo lo alto cumpliendo horarios, disfrutando sin complicaciones, conociendo a gente agradable y todo sin pasar calor como nos temíamos.