Subimos al Hospital y arrancamos en una subida directa hacia el Alba por los tubos de Paderna.
Durante la noche había hecho bastante viento pero por la mañana predominaba la calma. Subiendo por los tubos comentábamos, por la calidad de la nieve, que aquello parecía una nevera por lo bien que la conservaba. La temperatura fresca hacía que al salir de éstos la nieve estuviera también en su punto.
Después de remontar un buen trozo y echando la vista atrás observamos perfilado el Sacroux. El día anterior no pudimos ver nada, pero hoy se observa perfectamente y casi adivinamos las vistas que debe ofrecer.
Continuamos ascendiendo metros, avanzando pala tras pala hacia nuestro objetivo. Una de las veces que Pablo saca el mapa para confirmar que vamos por el camino correcto, al retirarlo crea la anécdota del día. Al ir a recogerlo, y siguiendo la línea que llevamos este invierno, se le escurre. Como estaba ya enfundado en el plástico donde lo guarda y pese a que la pendiente no era excesiva en el punto donde nos encontrábamos, el mapa se va ladera abajo. Viendo que tenía alguna posibilidad de pararlo antes de que llegara el cambio de pendiente que hubiera hecho que nos despidiéramos de él para siempre, corro detrás suya con alzas y cuchillas puestas. Lo alcanzo justo a tiempo y le cruzo mis esquís para detenerlo. Cuando lo voy a coger, ya había rebasado los esquís y volvía a irse hacia abajo en busca de la máxima pendiente. Ni corto ni perezoso decido tirarme en plancha para atraparlo con las manos, y ... contra todo pronóstico, hago la parada de mi vida. Si me ve algún ojeador del Madrid o del Barcelona de inmediato me fichan y me solucionan la vida, pero no había ninguno por ahí, ... ellos se lo pierden.
Prácticamente en la base del corredor, paramos para echar un bocado y se junta con nosotros Mikel, que ha ido siguiendo nuestra huella y que a partir de ese punto se une a nosotros para coronar.
Para salvar los últimos metros no nos queda más remedio que calzarnos los crampones y echar los esquís a la mochila.
La nieve estaba bastante dura así que decidimos dejar los esquís y continuar con crampones hasta arriba.
Mientras Mikel nos espera, Pablo y yo cruzamos la afilada arista cimera para llegar al pico.
La vuelta por la arista para reencontrarnos con Mikel, la hacemos con el mismo cuidado que a la ida ya que aquí no se permiten errores.
Al descender a por los esquís, nos cruzamos con varios grupos y cordadas que subían hacia el pico. Mientras los observamos, quitamos las pieles de los esquís y descendemos hacia el pequeño corredor. Tras dudar por un momento si lo bajamos esquiando o con los crampones, finalmente decidimos hacerlo andando y disfrutar del inicio de la gran bajada que tenemos unos pocos metros más abajo.
Mikel, buen conocedor de la zona, nos da unas clases gratuitas de como esquiar, mientras los tres disfrutamos del espectacular descenso del Alba. En la parte baja nos propone esquiar por la Tuqueta Blanca de Paderna para no repetir los tubos y aceptamos. En el Hospital de Benasque nos despedimos de Mikel agradeciéndole sus recomendaciones y nos preparamos para volver a Ansó, no sin antes echar un buen tentempié en Benasque.