sábado, 25 de agosto de 2018

Circular desde Linza, Ansó. Sobarcal-Mallo de Lacherito

El fin de semana pasado fue el elegido por Elia para subir al Sobarcal. Tuvimos que esperar hasta el domingo 19 ya que el sábado estaba de cierzo y la zona estaba encapotada. Elia tenía ganas de subir al Sobarcal ya que lo había visto de cerca muchas veces, pero yo le decía que no era tan fácil como los de alrededor y que había que esperar a que fuese un poco más mayor.




Aprovechamos para conocer el Paso de la Escalerilla para acceder al Collado de Pectrachema y así seguir aprendiendo nuevos lugares, que aunque discurran por la misma zona, siempre resultan interesantes.




Al llegar a la Collada de Petrachema, y tras ver el mojón de la muga, nos acercamos a ver la Aguja Sur de Ansabere. A Elia le encantó. Y también el pico francés que había detrás, todo herboso hasta la punta y con pendientes contundentes, ...."como los que salen en Heidi", me decía. 





Había llevado los arneses y un cordino, por si en la última trepada, con cierta exposición, hacía falta asegurar. Elia se vio tan cómoda que no hizo falta utilizarlos. 




Le encantó el Sobarcal. Tras unos años de espera, había merecido la pena. En el destrepe tampoco hizo falta asegurar y bajó muy contenta. Le propuse subir al Mallo de Lacherito, que aunque había estado ya hacía un par de años, el ascenso por su cara noroeste no tenía nada que ver. Incluso le comenté que le podría gustar tanto o más que la trepada del Sobarcal. Accedió rápidamente.




Mirando hacia el Sobarcal que acabábamos de subir, nos fuimos acercando hacia las trepadas del Mallo de Lacherito o Punta Plana Diego.




"Ostras, tenías razón. Ahora no se que me gusta mas....pero el Sobarcal me ha encantado". Comentaba mientras trepaba entusiasmada. El acceso por esta cara noroeste es directo y rápido, con lo que nos plantamos en la cima casi sin darnos cuenta, con lo entretenido de las trepadas.




Un bocado en la punta para reponer fuerzas, mientras disfrutábamos de las vistas y de cómo la niebla se comía los picos conocidos, dieron paso a la bajada hacia Linza por la Foya Manaté y la Foya de los Ingenieros.




Pese a estar en Agosto, nuestro recorrido nos permitió disfrutar tranquilos, encontrándonos por la zona poca gente con respecto a lo que se divisaba en los trazados clásicos cercanos.





Entre chistes y adivinanzas nos íbamos acercando a Linza. También el hambre, poco a poco, iba creciendo. De forma que decidimos quedarnos a comer en el Refugio de Linza.





Comiendo bien a gusto, celebramos haber subido a uno de sus objetivos de este año como era el Sobarcal y además adornarlo con una subida al Mallo de Lacherito de lo más entretenida y con un ambiente espectacular. Otro día de gozar por el monte y conocer nuevos recorridos y rincones por nuestra cabecera de valle.










lunes, 20 de agosto de 2018

Pico Anie desde el Collado de la Piedra San Martín

El día 15 de agosto, aprovechando el día festivo, nos fuimos con Elia al Anie. Tocaba ir un trozo más de lo habitual con el coche, no le gustaba la idea, pero le comenté que merecía la pena y accedió. Nos acercamos a la Piedra de San Martín a la altura del mojón 262, justo donde se realiza el Tributo de las Tres Vacas.




La mañana salió fresca pero pronto entramos en calor. Faldeamos el Pico Arlas y enseguida llegamos al Collado de Pescamou desde donde encontramos la habitual vista del Anie.




Mientras seguíamos avanzando, el refugio de chapa no pasó desapercibido para Elia que, como a mucha gente, le parecía una nave espacial.





Ya le había dicho que en el recorrido íbamos a cruzar un terreno kárstico muy amplio, y con aquello, Elia se impacientaba, hasta que poco a poco nos fuimos metiendo, mientras preguntaba que si sería como el karst del Aspe y yo le comentaba que lo iba a cruzar en breve y luego sería ella quien me dijera si era parecido o no.




Después de un buen rato de caminar entre roca y grietas en un laberinto pétreo, Elia jugaba a localizar las señales rojas que marcan, se supone, la mejor traza y entonces se convenció de que este karst era más potente que el del Aspe. Mirando hacia cualquier parte, el curioso laberinto parecía no tener fin y era el momento de comentarle a Elia que estaba en una Reserva Natural y en uno de los parajes kársticos más importantes de Europa con muchos kilómetros de galerías subterráneas bajo nuestros pies. 




Pasando grietas y agujeros, y comentando aquello de las cuevas subterráneas, que le gustó, nos plantamos en la cima sin darnos cuenta.




Eso de ver la Mesa de los Tres Reyes por el otro lado al que estamos habituados a verla también le gustó a Elia, además de estar por encima de las nubes y ver toda la parte francesa que no se la imaginaba así....




Tocaba volver a deshacer lo andado y a sumergirnos en el laberinto, esta vez de vuelta. El fresco de la cima desapareció al poco de empezar a bajar, aunque el calor no apretaba ya que el cierzo se dejaba notar, esta vez como refrigerante.




Poco a poco y con cuidado fuimos saliendo del terreno rocoso mientras la niebla se iba apoderando del Arlas, ya a la vista. Avanzábamos más rápido e incluso tocaba algún trote.






Carreras finales entre la niebla y saltos de alegría pusieron fin a una excursión para hacer con cuidado por un terreno duro y nada fácil. Nos acercamos hasta Linza para comer y después un baño en el río completaron una excursión de mayores donde los dos disfrutamos como enanos y donde al final reconoció que mereció la pena lo de hacer un trayecto un poco más largo de lo habitual con el coche.