jueves, 5 de febrero de 2015

Raquetas de nieve en Ansó. Cerro Santa Cruz-Narancoba

Ayer por la tarde, después de unos días de animosos paleos de nieve por las calles, decidí dar una vuelta rápida con raquetas por los alrededores. Todo empezó saliendo desde la puerta de casa.




Conforme remontaba por las eras, en dirección a la Peña Santa Cruz, las vistas del pueblo iban llamándome la atención.




En una de estas, y buscando la torre de la iglesia entre las matas, me salí un poco (muy poco) del camino y la hice, eso si, tirando un poco de zoom. Al intentar retomar el camino uno de mis pies se fue para adentro con raqueta y todo, el bastón entró también hasta la empuñadura. Lo malo es que el otro pie se quedó arriba y la postura para nada era cómoda. Conseguí centrarme, y tras un cambio de peso del cuerpo saqué el pie del agujero. Lo peor estaba por llegar, el pie si que salió pero la raqueta no, y tampoco la veía. Me acordé de la pala, pero no la quise coger (total para un momento) y además, ¡había salido a pasear, no a palear...otra vez!. Después de bucear un poco, conseguí sacar la raqueta entre una mata de boj enterrada entre la nieve. La ajusté bien y continué con más atención.




Mientras caían finos copos de nieve con algo de aire, todo resultaba espectacular. Un sol tímido entre nubes me iba acompañando sin terminar de imponerse al "infierno" que parecía encontrarse en la cabecera del valle.




Estaba todo redondo, incluso los muros de piedra que están junto al camino estaban tapados y no se veía ni un "zaborro".




Al ir cogiendo altura, y yo que ya me había despedido del sol, me encontré con un atardecer alucinante. Allí me entretuve hasta que se escondió el sol sabiendo que a nada que me descuidara se me haría de noche, pero eso había que aprovecharlo.





La bajada la hice rápido, tanto que me tuve que poner la capucha ya que la nieve que volaba de mis propios pasos me envolvía provocando más frío del que ya hacía y las orejas protestaban.




Al llegar a la carretera y verla tan negra me remonté, a la altura del paseo Baretón, por la cabañera hasta el camino por el que había subido. Quería ver que pinta tenía Ansó con las luces de las calles ya encendidas.




Tanto entretenimiento no podía acabar de otra forma que haciéndose un poco tarde, ...perooo... es lo mismo que le está pasando a Elia estos días con el trineo.