Desde el aparcamiento del refugio bajamos hasta el aparcamiento más bajo y sin asfaltar donde entra la pista que sube a la Foya de los Ingenieros y que se solapa con la vuelta larga de la pista de esquí de fondo de Linza en invierno.
Las primera rampas son las más duras de todo el recorrido y Elia tuvo una buena excusa para partirla. Localizó fresas y eso no se podía dejar porque "tienen muchas vitaminas, dan mucha energía y además son muy sanas,... y más, estas del monte". Esa parada en medio de la pendiente le costó tener que arrastrar la bici un tramo para poder arrancar con comodidad.
El calor de la tarde hacía que apeteciera parar a la sombra para echar un buen trago de agua. Aunque habíamos parado a coger fresas una cantidad de veces considerable, había caras que lo decían todo. Y pese a que el reloj corría rápido y Elia me había jurado y perjurado que sería la última parada no quedaba más remedio que volver a parar para avituallarse.
Hasta que no llegamos a la Foya de los Ingenieros no paramos de coger y comer fresas. Pero con las fuerzas que habíamos cogido no tendríamos ningún problema en bajar en un "pis-pas".
Una vez arriba, entre que la pendiente era mínima y que las paradas fueron nulas llegamos al final sin darnos cuenta. Elia vió las piedras que de pequeña eran "escaladoras" y decidió sentarse en ellas hasta para echar un trago antes de emprender el camino de vuelta.
Los gritos que daba Elia me decían que se lo estaba pasando bien. En una de estas gritaba que eso de ir monte a través era muchísimo mas guay que bajar por el "cantón de Puchó" (curva pronunciada y pendiente de las calles empedradas de Ansó).
Un buen trago de agua en la fuente de Linza fue la única parada en todo el tramo de vuelta, nada que ver con la subida.
Con el sol escondiéndose llegamos al aparcamiento de donde habíamos partido. Hasta el último momento Elia no dejó de sorprenderse ya que consiguió subir la rampa de acceso montada y eso que en la fuente me había avisado que ella tiraría hasta donde pudiera y luego subiría andando. "He podido, he podido", gritaba todo lo fuerte que podía para que yo me volviera y la viera llegar pedaleando. No solo la vi yo claro, todos los que estaban en el aparcamiento se enteraron de que había podido subir pedaleando. Esta claro que no hay nada mejor que probar para avanzar.
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