Calculamos bien y con las primeras luces estábamos en el arranque de la arista, donde nos preparamos para sus primeras y fáciles trepadas.
Subimos en ensamble colocando friends y observando clavijas y anillas viejas, unas utilizables y otras no tanto, pero que dan idea de los años que hace que la gente disfruta por estos parajes. Concretamente la primera ascensión data de julio del año 1956.
Las mayores dificultades llegan justo antes del segundo hombro donde unos pasos de IVº algo aéreos hacen que me acuerde de los gatos que están en casa.
Las vistas del valle desde estos tramos son espectaculares y el madrugón está teniendo su recompensa.
Terminadas las placas acanaladas del pasaje de IVº volvemos a las entretenidas y sencillas trepadas hasta el segundo hombro donde decidimos echar un bocado al cuerpo. Yo no llevo nada más que algo para picar, pero Pablo comparte un buen bocata de tortilla conmigo que hace que eche de menos mi bota de vino.
Aquí las vistas cambian, pese a que seguimos disfrutando de la perspectiva brutal del fondo del valle, ahora la arista nos permite ver el gran circo de Ezcaurri y disfrutar por los pasadizos anteriores a la llegada al Pitón del Rápel.
La vista se recrea allá donde miremos, da igual que lo hagamos hacia la Punta de Ezcaurri, que hacia Tresveral y Espelunga o hacia Zuriza.
Tras realizar el rápel (unos 25 metros) con su espectacular salida, solo nos queda remontar al Gran Pitón por otra entretenida chimenea, volver a bajar al siguiente collado y ya caminar hasta la cima.
Pese a que en las reseñas dan 4 horas para realizar los 1000 metros de arista, nosotros hemos invertido más de cinco horas con paradas incluidas, y la repetición de uno de los largos provocado por la búsqueda de un friend que finalmente tendremos que reponer a Gerardo ya que nos lo había prestado para la ocasión.
Tras picar un poco de chocolate y frutos secos en la punta de la Peña Ezcaurri iniciamos el descenso pensando en el chupinazo y las fiestas de Ansó. Después de disfrutar a tope con todo esto, ya podemos cometer los clásicos excesos festivos e incluso disfrazarnos de animadoras.
Como siempre que se puede, coloco la reseña, que da una idea orientativa de lo descrito en la crónica.
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