Desde el aparcamiento del refugio de Linza, Elia contempla nerviosa su objetivo y no quiere perder más tiempo en salir a por él.
Cuando entramos en el bosque, lo de siempre, la imaginación empieza a convertirse en un sorprendente entretenimiento,..., lo mismo un tronco puede hacer de caballo, que de dinosaurio.
Los troncos caídos y cruzados por el camino, en lugar de ser un impedimento, también pasan a formar parte del entretenimiento mientras seguimos avanzando.
Elia sabe que cuando salgamos del bosque solamente quedará recorrer la arista para llegar a la punta, así que cuando empieza a llegar a los claros finales acelera el paso notablemente.
..."¿papá, me puedo parar otra vez para ver lo que se ve desde aquí?, ¡nunca pensaba que se iba a ver esto tan chulo!".
Le digo cuales son los picos que se ven. Muchos de ellos los ha oído nombrar en casa cuando la gente baja del monte, Petrachema, La Mesa, Sobarcal, El Mallo, El Chinebral, La Gorreta,...
Cuando le recuerdo que en la cima hay un pilón blanco como el de la Punta del Raso, otra vez el paso se acelera, y ..."¡no me puedo creer que esté en la punta Maz!", "¡Cuantas ganas tenía de estar aquí!". El abrazo que le da al pilón hace que me provoque cierta envidia, pero rápidamente me pongo tan contento o más que ella viéndola disfrutar así por el monte.
Foto de cima como los mayores, y a comer de buena gana. La conversación continúa,.... "papá, si la punta Maz es para cinco años, Petrachema ¿para montañeros de cuántos años es?, ¿y La Mesa?..."
Me cuesta convencerla de que hay que pensar en bajar. Ella quiere estar allí más rato porque total, "para bajar nos echamos a correr y ya está". Aunque yo le digo que aún no se puede correr, un par de resbalones con sus correspondientes culetazos le convencen de lo que le había dicho.
Al llegar al refugio en lugar de dos, somos doce, ya que Elia se ha encontrado al final del bosque a cuatro niños y seis niñas amigos suyos que no es que sean invisibles, pero con la luz del día no se ven... los vamos a bajar cuatro días a casa mientras su mamá se va a trabajar a Francia.
Después de un buen trago en el refugio de Linza, Elia le cuenta a Patxi lo de sus amigos que no se pueden ver mientras le ayuda a servir en la barra. Las dos disfrutan de lo lindo, y yo, tan contento por el día que hemos pasado.
Acabo de disfrutar con esta lectura, casi,casi tanto como si hubiera estado con vosotros.
ResponderEliminarFlipante! Vaya con Elia! Menuda campeona!
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