La meteorología acompañaba y, si las cuentas no fallaban, partimos de Aguatuerta 28 personas ("25 adultos y tres críos" decía el que contaba). Uno de los pequeños era Elia que después de la experiencia del año pasado no se lo quería perder.
Un fuerte arranque, antes de cruzar el Barranco de Acué, permitía obtener unas buenas vistas de Aguatuerta al poco de empezar.
Con un buen ritmo de ascenso, pronto llegamos al Collado de Arlet, y unos cuantos decidimos subir hasta el Pico Aillary e incluso alargar un poco más por la placentera cresta que le acompaña siguiendo la linea fronteriza.
Al llegar de nuevo al Collado de Arlet, ya nos juntamos con los vecinos franceses. Observamos que la cruz seguía en su sitio y observamos un antiguo mapa, nada fácil de interpretar, que los franceses nos enseñaron y que parece ser, delimitaba sus puertos ganaderos en su zona. Una auténtica reliquia que guardaban bien en uno de los ayuntamientos del valle ( no recuerdo cual).
Tocaba la foto de rigor y el descenso hasta el Refugio de Arlet, donde se iban a realizar los trámites oficiales y la comida.
Las firmas de los expedientes y las palabras de representantes de los ayuntamientos de Ansó y de los pueblos vecinos franceses dieron paso a la comida habitual de los refugios franceses. Nos alegró sobremanera que los comentarios del año anterior de uno de los representantes franceses fueran atendidos por el Ayuntamiento de Ansó y esta vez un bando municipal invitaba a todos los interesados a acudir al evento y no restringía la asistencia a solo sus invitados. ¡Olé! por el que haya tomado la decisión, ya que cierto es, que el patrimonio de todos debe poder ser disfrutado por todos.
Una sopa especiada con comino hizo que a Elia y sus amigos les costara pasarla, pero sabores nuevos aparte, la comida se convirtió en un rato agradable donde cada uno se defendía como podía con el idioma. Había que volver y con la tripa llena no apetecía mucho subir el corto trozo hasta la collada, pero no quedaba otro remedio salvo que, como hicimos con Elia, hubiésemos reservado plaza para quedarnos a dormir en el refugio.
Aún nos animamos y acompañamos a la expedición hasta el Collado de Arlet para despedirnos. Elia no paraba de gritar a sus amigos mientras bajaban hacia Aguatuerta y poco a poco, casi sin darnos cuenta nos vimos cresteando por la frontera en dirección al Pico Arlet.
Unas vistas de ensueño desde el Pico Arlet hacia un lado y otro de la divisoria fronteriza, completaron un rato de tarde entretenido.
Un baño en el ibón antes de que se echara "a boira" y una temprana cena donde Elia se escaqueó de la sopa especiada con una cómplice del refugio, hizo que a una hora más que prudente nos echáramos a dormir tras un día de lo más completo.
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