Entramos por la umbría de la pista de esquí de fondo y, siguiendo por el fondo de valle alcanzamos la Foya Manaté. Allí en lugar de hacer la diagonal que cruza alta la Foya decidimos subir por la pedreguera del fondo a la vista de lo que observábamos. Calzamos allí las cuchillas y ya no las quitamos salvo para pasar al "modo alpinista" con los crampones.
Aunque la vista que nos ofrecía el Sobarcal era imponente, lo cierto es que en la zona falta bastante nieve y las piedras afloran creando una situación complicada por la dureza de la nieve. Esta situación nos hace avanzar con cautela y prudencia.
Pese a que lo habitual al ir por esta zona es ascender el Mallo de Lacherito, ya habíamos salido con la idea de dirigirnos hacia el Chinebral de Gamueta y esquiar sus palas sures que ya habíamos visto que tenían buena pinta. También sabíamos que la nieve escaseaba por las partes bajas y que nos tocaría portear de vuelta a Linza, pero eso iba a ser al final de la jornada.
Al salir al sol, entrando en el puerto de Plana Diego veíamos como el Mallo de Lacherito o Punta Plana Diego se mantenía semitapado por la niebla, lo que nos hacía pensar en que la pala quizá no transformara lo suficiente. Esto nos reafirmaba en la idea que ya llevábamos de dirigirnos hacia el Chinebral. Y aunque ya estaba mas o menos claro desde el principio, la vista del Mallo y su pala siempre resultan tentadores.
Así, nos dirigimos de nuevo por la umbría, con nieve helada y con un viento bastante molesto y que daba una sensación de frío poco agradable, a buscar el lomo del Chinebral.
Descalzamos los esquís y nos fuimos directos para salir al sol cuanto antes. Un trozo empinado antes de saltar a la arista puso algo de ambiente a al día.
El viento mantenía la nieve dura también en el largo cerro del Chinebral de Gamueta, con lo que decidimos no calzar los esquís y alcanzar la punta con los crampones, disfrutando al sol de todas las vistas.
Perdimos el tiempo justo para recoger los crampones y preparar los esquís para bajar. La pala estaba perfecta como habíamos planeado ya que el sol había hecho bien su trabajo.
El hecho de deslizarnos por una nieve crema, como si fuese marzo o abril, nos dejó tan satisfechos que asumimos la porteada prevista de una manera mas amable.
Contentos de haber disfrutado de un recorrido poco habitual, pero disfrutando del hielo y de la nieve primavera en diciembre, completamos una jornada de lo más provechosa con unos huevos fritos en el Refugio de Linza, preparándonos para todo lo que pueda venir en estos días que se acercan.
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