Hacia mediados del pasado mes de abril, y antes de la llegada de las lluvias de la borrasca "Lola", aprovechamos con Elena y Elia la ya larga tarde que teníamos. Decidimos dar un paseo por Segarra y para ello nos acercamos con el coche y con la correspondiente autorización para circular por la pista de Izquierda del Veral, para acceder a la zona de forma más cómoda y rápida.
Ascendimos por el camino de Segarra y la Fuente Dionisio para llegar al Campo Adrián y dirigirnos hacia el Barranco de Sansorría. Al pasar por la Fuente Adrián ya observamos abundante rastro de jabalí. Estos, mueven el barro a su antojo para disfrutar de unos buenos baños y hacen un poco más complicado el paso, tanto que Elia no quería perderse la posibilidad de que su madre metiera el pie hasta dentro, cosa que finalmente no sucedió.
Cruzado el
Barranco de Sansorría ascendimos hacia la
Loma Borda. Un buen lugar para echar la vista hacia el valle y donde el aire fresco se dejaba notar al salir del resguardo del bosque.
Remontando por la loma a Elia le llamó la atención la diferencia de tamaño de las piñas que había por el suelo. Observando un poco más, aprendió las diferencias de tamaño, también de las acículas, de las diferentes especies de pino que por allí se encuentran.
Mientras que, de cerca, movimos a una pareja de corzos en el Campo Basteré, de lejos y desde el Campo Merín observamos con ayuda de prismáticos unos cuantos sarrios.
Seguimos avanzando y muy atentos para ver si veíamos algo más, no hubo suerte. Volvimos a cruzar el Barranco Sansorría, esta vez algo más arriba.
Esta vez, tanto las vistas lejanas como las cercanas, resultaban agradables. Los montes que se perdían en el horizonte desde dentro del barranco y las flores primaverales que empezaban a abundar no nos dejaron indiferentes.
Poco a poco y con algún que otro pinchazo fuimos llegando hasta un característico árbol seco que no pasa desapercibido. Allí, de nuevo, las vistas hacia el valle resultan atractivas.
Por el
Campo Aturra dimos un poco de vuelta para intentar ver algún jabalí. Tampoco hubo suerte, pero en la bajada hacia el coche asustamos a un par de ellos que campaban por allí. Aunque no los llegamos a ver, si que escuchamos sus gruñidos y el ruido de las matas al escapar asustados. No solo fueron ellos los que se asustaron
Finalmente llegamos al coche tras un entretenido paseo en el que disfrutamos de la tarde, de la tranquilidad de la zona y de la cantidad de naturaleza que nos rodea y nos envuelve en
Ansó. Una buena cena en casa completó una tarde redonda, vamos... ¡una maravilla!
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