Subimos hasta Linza y como es habitual no teníamos muy claro donde acudir esta vez, en lo que enseguida nos pusimos de acuerdo es salir por el Sobrante buscando el sol en lugar de meternos por el bosque y la umbría del Barcal de Linza.
No éramos solos los que se encontraban al sol a esas horas y aunque los sarrios suelen salir pitando cuando alguien se acerca, estos se hacían el remolón en la huída cuando Pablo se les acercaba.
Al ir remontando y ver la Mesa de los Tres Reyes decidimos dirigirnos hacia ella. No solemos acudir a este pico tanto como a otros y esta vez decidimos acercarnos, además estaba la posibilidad de enlazar la bajada con La Paquiza para completar un buen descenso hacia Linza.
La capa de nieve reciente, aunque no era gruesa, nos daba sus avisos para tener en cuenta si en mas altura se hacía más gruesa, pero por el terreno que nos estábamos moviendo en esos momentos no teníamos problemas.
La Mesa estaba impresionante, e incluso vimos la posibilidad de bajar con los esquís desde la misma punta, algo que no había podido hacer nunca, así que nos echamos los esquís a la mochila y los subimos por si era posible.
Una vez arriba descartamos enseguida la posibilidad de bajar desde allí. La nieve reciente no nos daba la confianza suficiente y tras la habitual foto de cima decidimos cambiar de plan y destrepando, acercarnos a La Tabla, pico contiguo a la Mesa de los Tres Reyes.
Un destrepe entretenido, con ambiente y probando un nuevo piolet (¡¡gracias Jose, el piolet está en forma, como un chaval!!) nos puso en un paso espectacular, como todo lo que nos rodeaba.
La sencilla subida a La Tabla con nieve helada nos proporcionó más y mejores vistas hacia todos los lados, incluso del destrepe tan entretenido que habíamos hecho.
Pasamos a los esquís con algo de retraso debido al cambio de planes en la punta de la Mesa de los Tres Reyes, pero lo que venía ahora también era disfrute.
El descenso hasta La Hoya del Portillo de Larra fue de lo más placentero, pero veíamos que la nieve iba transformando y, de nuevo, con lo que veíamos, decidimos abandonar la opción de romper la cornisa de La Paquiza. Su orientación y el sol que llevaba dándole desde la primera hora de la mañana, unido a que la hora del día avanzaba sin remedio fueron determinantes para la decisión tomada.
Remontamos hasta el Collado de Linzola para buscar el descenso más seguro y seguimos disfrutando de la nieve de las suaves lomas del Sobrante de Linza que estaban como pocas veces.
Un día espectacular, entretenido, con toma de decisiones, una buena compañía y una buena cerveza en el Refugio de Linza, sin salir de casa, redondearon una buena jornada de esquí-alpinismo.
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