Hice las faenas previstas lo más rápido que pude, comí muy rápido para lo que es habitual en mí y ahí que acudí puntual.
Antes de coger la curva del barranco (cruce con el GR que va de Ansó a Fago), el sol aprieta lo suyo, pero una vez salvado el cambio de orientación, la sombra aparece e incluso predomina en la subida por la pista de Ezpelá.
Conforme avanzamos vamos teniendo unas muy buenas vistas de Ansó que bien merecen una parada.
Cuando llegamos al final de la pista perdemos poco tiempo. Damos la vuelta y casi sin darnos cuenta estamos en la entrada del camino elegido.
El camino lo cortó la pista en su día, la parte que vamos a bajar salvando el talud de ésta, se conserva bastante bien por el uso, pero el camino continúa serpenteante hasta el Campo del Morral (zona más alta de éste monte) por encima de la pista. El desuso hace impracticable para la bici este tramo y tampoco resulta fácil seguirlo a pie.
Las curvas se suceden, y cada una da paso a una diagonal con una traza muy buena. La pendiente se mantiene en todo momento como si el camino lo hubiera trazado una motoniveladora especial para ello.
Pronto empezamos a tener otras vistas de Ansó, aún estamos escondidos en el Paco de Ezpelá y vamos en busca de los últimos tramos.
Cuando llegamos a la altura del cruce con el GR que va hacia Fago, giramos a la derecha para cruzar el puente sobre el barranco de Ezpelá, y aparecer en la tejería de Ansó, de donde ha salido toda la teja artesana de nuestros tejados.Hoy en día la tejería se ha transformado en área recreativa.
Desde la tejería remontamos hasta la pista y ya las vistas de Ansó son mucho más cercanas, permitiendo incluso distinguir a las personas que están disfrutando en las piscinas.
Sobre las cinco de la tarde, nos despedimos de Aritz. Para él ha acabado el disfrute, ahora tiene que ir a trabajar al bar.
En vista de la hora, poco me cuesta convencer a Pablo para ir al Vedau y tomar el camino que baja hasta Ansó desde el final de la pista (borda Cheso) y disfrutarlo sin tener que parar a echar fotos.
Una vez en Ansó, vamos a ponerle los dientes largos a Aritz, mientras saboreamos una buena jarra de cerveza en la terraza de su bar.
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