Salimos frescos por la pista de Gamueta y cogiendo energía a base de abrazos a los abetos que había más a mano. Una vez fuera del bosque Elia no se pudo detener ante la provocación de los "zapillones", como siempre, y hasta que no cogió el más gordo no paró.
Antes de llegar a la Foya de Gamueta, el sol apretaba de lo lindo y una vez superada ésta una suave brisa suavizaba el calor. Pronto entramos en sombra, bajo el Mallo del Paco de Gamueta y de nuevo la cosa mejoró notablemente permitiendo un ascenso fresco y cómodo.
El año pasado en la excursión que hicimos a la Gorreta de los Gabachos nos quedó pendiente acercarnos a ver una cueva en la subida a Anzotiello. Este año tocaba pasar por allí y fue todo un aliciente para Elia. Enseguida sacó su linterna frontal y se puso a investigar como los espeleólogos. Encontramos varias chimeneas y escuchamos en silencio el ruido de las gotas de agua que se filtran entre la roca formando estalactitas.
Poco nos costó remontar hasta la Collada de Anzotiello donde ya teníamos nuestro objetivo a la vista. Pese a que estábamos a pleno sol, la altitud y la hora permitía no pasar calor y Elia se daba cuenta que lo de madrugar no era mala idea, según me explicaba.
Conforme se ampliaba la vista al ir ascendiendo al Pico Anzotiello, Elia iba observando y reconociendo otros picos en los que ya había estado y disfrutaba acordándose de sus ascensiones. "Cada vez me quedan menos, aunque no me importaría repetir alguno para ver lo que hacía de pequeña", me comentaba.
Con la foto de rigor de la cima en la punta de Anzotiello y con el fondo del Chinebral de Gamueta, que es el que le queda por hacer por esta zona, nos dirigimos de nuevo hacia la Collada de Anzotiello para iniciar el descenso.
Encontramos una familia que buscaba la frescura de la sombra junto al único nevero que se veía por la zona y a Elia, como siempre, el que más le llamaba la atención era el pequeño de la casa.
Había decidido realizar una circular y bajar por el Barcal de Gamueta, más ventilado, en lugar de por la Foya de Gamueta por donde habíamos subido y por donde, pese a madrugar habíamos pasado calor.
Fue todo un acierto la decisión en cuanto a la temperatura se refiere, ya que el ventilado cerro evitaba que pasásemos calor pese a haber superado el mediodía y encontrarnos en cota baja. Solo tuvo un "pero", que fue que la abundante hierba seca iba echando semillas en las botas de Elia y le pinchaban lo suficiente como para decidir descalzarse y limpiar los calcetines para evitar la incomodidad. Cuando le comenté que si hubiese llevado pantalón largo no le hubiesen entrado, me contestó rápidamente que "a buenas horas me lo dices".
Una vez en el bosque, hablando, hablando... y unas cintas negras y amarillas que señalizaban alguna ruta, hicieron que me desplazara de la bajada habitual. Me di cuenta rápido que no íbamos bien y le propuse rectificar a la brava para "resituarnos" o retroceder unos metros y coger bien el camino. La respuesta fue contundente, "papá...ya sabes que esto de hacer el jabalí me encanta", así que corregimos el error de la manera más divertida posible y aparecimos en el coche como estaba previsto sin encontrarnos a nadie por el monte pese a estar en pleno agosto.
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