La pancarta de la marcha estuvo presente este año apenas unos minutos pero me dio tiempo a sacarla en la foto.
Enseguida paró de llover e incluso despejó, lo que me hizo cambiar de actitud con respecto a Elia, además aparecieron sus dos amigas Selma y Arbil y las tres asumieron la "fartera" como todos los que allí estábamos. En total fuimos unos 40 los participantes, menos de la mitad de los inscritos ya que, o no pudieron llegar a Ansó por los problemas producidos por las lluvias del día anterior, o por que no estaban dispuestos a mojarse.
Pese a que había parado de llover, el nuevo presidente del club organizador seguía aguantando el chaparrón, esta vez de los politiquillos de turno, caciquillos y miembros despechados de la anterior junta directiva que no se conformaban sólo con las zancadillas de los días previos y, como siempre, todos querían dejarse notar a costa de lo que fuera.
Por fin, tras el desayuno habitual, nos pusimos en marcha dispuestos a disfrutar de un día por el monte.
Las fuertes lluvias de los dos días anteriores, y las más suaves previstas para este día eran aprovechables al cien por cien para inculcar a las pequeñas que también se puede disfrutar del monte pese a la lluvia, y que ésta no es ningún impedimento mientras los riesgos queden relegados a los producidos por la propia actividad montañera y los añadidos por el terreno mojado. Esto es lo que a mi me ocurrió cuando era como ellas y lo intentaré transmitir para que sepan disfrutar del monte en todas las condiciones, siempre con la prudencia como principio básico.
Lo que todos sabíamos no tardó en llegar y la lluvia empezó a caer, tiramos de chubasqueros y paraguas. Arbil, como una profesional, decidió darse la vuelta con Gerardo por una inoportuna rozadura. Selma junto con Elia decidieron continuar y los tres seguimos con la excursión. Pronto empezamos a recuperar posiciones ya que nos habíamos entretenido mientras Gerardo me daba algo de ropa de recambio para Selma por si acaso, y casi sin darnos cuenta llegamos al primer avituallamiento. Estaba situado en los alrededores de la Borda Cheso y al final de la pista del Vedau.
Por la mañana también había habido incertidumbre por la posibilidad de que no se pudiera llegar con los coches al avituallamiento por algún desprendimiento de la pista pero no fue así. En cualquier caso, la gente entiende las imposibilidades y creo que todos lo hubiésemos aceptado a juzgar por los comentarios de los que allí estábamos.
En este punto se separaba el recorrido largo del recorrido corto. Nosotros decidimos hacer el corto ya que el largo era para los mayores. Selma y Elia se vieron sorprendidas por la aparición de las casas de Ansó entre la niebla del fondo del valle. Se animaron tanto de verse tan altas que resolvieron las dudas que tenían a la hora de echar carreras por la pista.
En un descuido fueron detenidas por Leyre y Marinés, en plan bandolero. Pero esta vez las bandoleras eran buenas ya que en el resguardo de la Espelunga Pabirrio, les dieron unos "cacahuetes mágicos", a los cuales dieron buena cuenta en un pis pas, hasta el punto de no dejar ninguno para los mayores.
Aunque todo el recorrido ofrecía seguridad, nos encontrábamos en la zona más delicada, ya que en caso de fuertes lluvias como las del día anterior nos podríamos haber visto sorprendidos por la crecida de alguna barranquera que nos hubiera dificultado el paso.
Esta posible incidencia que se podría dar en caso de fuertes lluvias solo afectaba a este tramo del recorrido balizado para la marcha. Toda la subida hasta la Punta del Raso se libra de estas posibilidades ya que el camino discurre por un cerro y en ningún momento cruza ninguna barranquera al igual que la bajada hasta la pista del Vedau.
En la Borda Techinero las pequeñas posan divertidas pese al chaparrón. Aprovecho la lluvia y la escorrentía provocada por ella para explicarles a las pequeñas lo descrito en el párrafo anterior. No hay mejor cosa que demostrar lo que dice la teoría sobre el terreno y viendo lo que ocurre cuando llueve por el monte. Han aprendido que los riesgos por fuertes lluvias en un monte no está arriba en sus aristas sino en las laderas bajas donde los barrancos y baranqueras recogen toda el agua que escurre de arriba precisamente. También aprovecho para indicarles que en las partes altas hay otros riesgos mayores en caso de tormentas, vientos fuertes, bajadas de temperaturas,... pero no era el caso del día.
Pese a mi insistencia en que eviten las carreras, al mínimo descuido, que son pocos, las dos me dan la vuelta. Están contentas y una vez pasado el puente del barranco y viéndose ya en casa Elia me dice: "Jo, esto si que ha sido una aventura y no las de Dora la Exploradora", mientras Selma con su no parar de hablar habitual, me contaba que le había gustado mucho ver Ansó entre las nubes, la cueva, la borda y el puente.
Con estos comentarios y acelerando el paso para que Leyre y Marinés no nos ganaran, llegamos al merendero de la Fuente Alta donde los cocineros habían preparado una buena comida. Damos los dorsales y, rápidamente y antes de comer vamos a casa donde Elena ha preparado la bañera, en la que las dos en el mismo turno disfrutan de un baño divertido. Mientras tanto, casi no pueden coger aire para contarle a Elena su aventura.
Después de disfrutar de la comida, de entablar conversación con gente nueva, de los aplausos a la organización y los colaboradores, de intercambiar teléfonos y correos electrónicos, solo queda FELICITAR al Club Linza que, pese a los chaparrones de todo tipo, ha sabido templar gaitas y organizar un año más la Marcha Senderista con éxito, y no solo eso, ha recuperado la actividad montañera perdida, que es el verdadero motor de todo club de montaña.
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