Arrancamos desde Linza, justo en el aparcamiento de abajo, el del "Estrecho de Linza", y rápidamente, por debajo de las placas donde los niños, y no tan niños, practican la escalada cuando llega el buen tiempo, tomamos la pista de esquí de fondo, hasta la Foya de los Ingenieros. La transformación de la nieve, que empezó el viernes pasado, unido al frío nocturno hace que la nieve del circuito esté bastante dura y rápida, lo que hará que si no hace mucho calor durante el día, no necesitemos remar para llegar a la furgoneta.
Abandonando la pista de esquí de fondo, nos dirigimos a la Foya Manaté, cruzando el último tramo de bosque de hayas.
Al llegar a la Foya Manaté, observamos que la diagonal por donde va el camino normal, está bastante justa de nieve y decidimos cruzar toda la Foya y remontarla por la fuerte pendiente que habitualmente utilizamos para bajar. Tenemos que poner cuchillas para salvar este tramo, pues la nieve todavía está dura como corresponde, por la mañana, a la nieve primavera.
Una vez pasada esta dura pendiente, e introduciéndonos ya, hacia el circo formado por el Chinebral y el Mallo, la nieve se mantiene fría y sin transformar.
Ya ha pasado el mediodía y es hora de avituallarnos. Aprovechamos el resguardo de un pedrusco que siempre se agradece.
Continuamos la marcha y, a pesar del sol y la ausencia de viento fuerte, el calor no aprieta y esto hace que la ropa no estorbe. Ya tenemos ganas de ver la pala del Mallo pero aún nos queda pasar unos resaltes.
La pala, como siempre, es espectacular, miremos hacia donde miremos, para subirla y para bajarla...
Al llegar a la cornisa previa a la punta, nos damos cuenta de que hoy hay que pinchar los esquís, y colocarnos los crampones para llegar hasta arriba.
En el corto trayecto hasta la punta, aprovecho para echar unas fotos de lo que nos rodea. Entretanto, Pablo ya me saluda desde arriba del todo, ya no puede subir más.
Disfrutamos de las vistas de las agujas, y de como se solapan Petrachema, La Mesa de los Tres Reyes y el Anie.
Nos hacemos un retrato, y luego Gerardo nos hace una foto, eso si, dejando ver el Midi entre los dos.
Emprendemos la bajada con mucho cuidado hasta los esquís. A partir de allí el disfrute es tal que no paro a hacer ninguna foto. Bajamos con una nieve más que aceptable en un día precioso, por el mismo recorrido de la subida, y sin tener que remar hasta la furgoneta.
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