En vista del tiempo que hace, Pablo hace uso de la funda de mochila que lleva incorporada en ella. Como mi mochila no lleva la funda incorporada, y como suele pasar, he olvidado mi funda en casa, hará que algo se moje dentro, si continúa así el tiempo.
Entre toda la espectacular diversidad de vegetación que existe en la zona, podríamos destacar las cardoneras que por aquí hay. Con la nieve, y en zonas estrechas del camino, hacen de verdaderos paraguas naturales, formando muy buenos cados donde la fauna puede resguardarse de los temporales de estas fechas.
Hay momentos en los que la ventisca transforma el paisaje y dificulta el paso por el camino, mientras que en otras zonas donde el aire no afecta tanto hacen del camino un auténtico disfrute.
Pronto llegamos a la Borda Chimena, y observamos el meticuloso y depurado trabajo de Sergio, que la ha reconstruido con mimo, además de fijarnos y disfrutar como siempre que se viene aquí, del alucinante paraje que nos rodea. Aunque ahora no se vea, el tejado de la borda es de chapas de madera lo que la convierten, aún más si cabe, en una borda singular. En el tejado intervino Andreas, manteniendo así, la estructura original de la borda.
Aprovechamos el resguardo de la pared de la borda para echar un bocado rápido y ligero, no por no tener hambre, sino porque el aire y el frío no nos deja estar mucho rato sentados. Empezamos a bajar por el camino normal, el del solano de Archincha, que nos llevaría hasta donde hemos dejado el coche, el Puente de Zabalcoch. Al pasar por el desvío que, a través del Barranco Maidoguí, nos lleva hasta la Borda Romo, decidimos cogerlo y alargar así un poco más nuestro paseo.
Una vez cruzado el Barranco de Maidoguí, salimos hasta el Cerro Baquera por donde decidimos bajar hasta la carretera.
Al hacer este otro rodeo, en lugar de salir a la carretera a la altura del Puente Zabalcoch, salimos a un kilómetro escaso más abajo, a la altura del Barranco Marcón y la Borda Saletas. Remontamos ese escaso kilómetro por la carretera y llegamos al coche contentos de haber disfrutado del monte, de la Borda Chimena y su entorno idílico, y de la nieve. Rápido llegaremos a casa y disfrutaremos también quitándonos el hambre que hemos generado.
Interesante reportaje y espectacular la borda, impresionan esas esquinas de piedra,tienen mucho arte, una lastima que no se aprecie el tejado por la nieve. Un saludo
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