martes, 17 de octubre de 2017

Pico Aspe por Aisa

El sábado pasado, 14 de octubre, en pleno puente del Pilar y con un tiempo veraniego, decidimos con Elia atacar el Aspe. Nos levantamos temprano para poder llegar con hora hasta el punto de partida en la cabecera del Valle de Aisa. La aventura ya empezó por la carretera ya que el puerto carretero entre Jasa y Aisa destaca por su mal estado. Lástima, porque es una muy buena solución para comunicar valles e incluso para dar un paseo.




Nos pusimos a caminar hacia las nueve de la mañana y, desde luego, la temperatura no era lo fresca que se podía esperar para esta época del año, pero en la sombra permitía caminar cómodamente. Avanzamos por Igüer y seguimos la señalización, que aunque sea la normal y, pese a encontrarnos en el mismo espacio protegido (Parque Natural de los Valles Occidentales), a los de Ansó nos sorprende por cualquier lado que vayamos.




Pronto nos metimos en "el embudo" dejando a nuestra derecha el Barranco de Rigüelo. Por su forma, Elia entendió a la perfección el porque se le llamaba a esa zona de esa manera. Lo remontamos casi sin darnos cuenta ya que Elia me contaba con pelos y señales cómo jugaba con sus amigos en Ansó a las vaquillas. Parece que recorren el tramo del encierro mientras alguno hace de vaquilla, o si es muy grande de toro, y se van subiendo a donde pueden para que no les pille y les toque hacer de, en este caso, vaquilla. Ese es el resumen pero los detalles de cómo se sube a cada ventana, balcón o se mete en cada callejón daban para mucho,....e incluso me aclaraba que no es lo mismo subirse a una ventana de la calle mayor, que a una alfombra de la puerta de una casa....???




Entre pitos y flautas nos metimos en medio del karst. A Elia le encantó y solo buscaba sitios para trepar. Le tuve que parar un poco y explicarle que había mucho trozo de karst y que el avance era muy lento porque había que ir con cuidado para no meter el pie en ninguna grieta. Empezó a descartar trepadas pero de vez en cuando me pedía que le permitiera alguna.




Realmente la zona es espectacular y disfrutona, pero no tiene que ser lo mismo con niebla espesa que no permita localizar los mojones. Pienso que en ese caso se tiene que hacer mucho más largo y angustioso, pero no era el caso y nos lo pasamos en grande.




Una vez en la Brecha de Aspe, Elia se colocó para hacer una foto con el valle de Aspe al fondo, pero con el inmediato término municipal ansotano que recorre toda la cara norte del Aspe hasta su punta. Resultando, el Pico Aspe con sus 2645 metros de altitud, ser la mayor cota de dicho término y por tanto "el techo" de Ansó.





Un pequeño destrepe para salvar el collado entre la antecima y la cima nos permitió llegar a nuestro objetivo. No acababan allí las sorpresas, mientras echábamos un bocado llegó otro ansotano, José Luis, que nos hizo la foto de rigor y luego nos hicimos otra juntos. También pasó una avioneta tan cerca que los ocupantes saludaron a Elia tras sus insistentes aspavientos.




Nos despedimos de José Luis y tras disfrutar un rato de la cima comenzamos el camino de vuelta.




Hasta que no entramos al resguardo del karst no nos quitamos ropa. Se había hecho necesaria para salvarnos del fuerte viento que hacía en la parte alta y que resultaba poco caliente pese a venir del sur.




De nuevo tocaba cruzar el laberíntico tramo lleno de sorpresas. Todo eran grietas, simas, agujeros, lapiaces,...y piedras y mas piedras y, como no, trepadas y destrepes que, donde no existían, se buscaban y siempre se encontraban.




Casi una hora y media nos costó recorrer el karst en la bajada y eso que ya habíamos decidido celebrar la ascensión al Aspe comiéndonos una buena chuleta de vaca en la Borda Juan Ramón cuando llegáramos al valle. Resultaba como palabras mágicas aquello de nombrar "chuleta" para convencer a Elia que había que seguir bajando.




Pasado el karst y el embudo no quedaba otra que correr para llegar a tiempo a comer como habíamos pensado.





Además de la buena comida en la Borda Juan Ramón con la chuleta como reclamo, el día aún dio para hacer una visita por Aisa y otra por Jasa antes de llegar a casa. Completamos un muy buen día de monte conociendo otros valles y pueblos y culminando otro de los objetivos del verano. 










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