Pese a lo nublado del día, Fernado, Pablo, Tatán, Pedro, Javi y yo, pronto decidimos empezar a quitarnos algo de ropa, ya que la temperatura era suave y el viento brillaba por su ausencia.
En uno de los descansos antes de llegar al Ibón de Lacherito decidimos, por fin, el camino a seguir. Íbamos a pasar por la brecha de encima del ibón (brecha de Hanas) y ya veríamos que nos deparaba el día. Alguno ya habíamos pasado al ibón desde la collada de La Ralla de las Foyas, pero ninguno nos habíamos aventurado a bajar hasta el fondo del valle, y menos hasta Lescún.
En el ibón la parada era obligada y a partir de ahí solo nos quedaba subir hasta la brecha. Era el día de ascender lo justo y bajar todo, al día siguiente nos esperaba lo contrario, un ascenso de más de 1200 metros y un descenso de 900.
En la brecha ya veíamos nuestro objetivo, aún quedaba lejos y era el momento de ponernos ropa y echar algo sólido al cuerpo. Ya pensábamos en los horarios franceses y decidimos parar a comer un poco más tarde. Lo importante era tener hambre para la temprana cena que nos iba a tocar en Lescun.
El descenso es brutal al principio y luego se va suavizando poco a poco hasta empalmar con el camino que viene de la collada de La Ralla. Es ahí donde se delimita el inicio del Parque Nacional de los Pirineos Franceses. Nos llamó la atención su señalización, no solo por el anagrama que desde lejos no identificábamos muy bien, sino por la cantidad de señales que allí había. Nadie podría decir si pasaba por allí que no se había dado cuenta que entraba en el parque.
Hasta que no vimos de cerca que el dibujo pertenecía a la cabeza de un sarrio, los patos, pollos, zorros y ocas entre otros, eran los candidatos. Todo sirvió para comentario y cachondeo mientras la roca daba paso poco a poco a la tasca y el bosque.
La agresividad de un gran alud mostrada en los restos arrancados y depositados, dieron paso a una tasca perfecta. Ni el mejor campo de golf, ni los Jardines de Versalles creo que puedan competir con la perfección del aprovechamiento a diente de esa hierba. Por supuesto, y en vista de lo que teníamos delante, no nos quedó más remedio que tomar la decisión de parar a comer en el paraje que nos rodeaba.
Con un poco de desgana nos levantamos para seguir la marcha. Todavía quedaba un buen trecho hasta Lescún, aunque a partir de ahí el descenso era mucho más relajado.
La vista de las agujas de Petrachema, su collado y Sobarcal dieron pie a buscar la mejor foto. Incluso Pablo se tiró en el suelo para conseguir hacerla,...¡lo nunca visto!.
Poco a poco y casi sin darnos cuenta, mientras nos maravillábamos con el perfil de picos que cierra la cabecera del valle de Lescun, nos encontramos en la mano una merecida cerveza en la terraza del bar. Allí aguantamos un buen rato mientras duró el sol que, al final, aunque remolón, salió.
Después de alojarnos en la casa de Jean Pierre y dar una vuelta por el pueblo fuimos a cenar. Hicimos muy bien en comer pronto para tener hambre a la hora de cenar. Un segundo plato de alucinar nos dejó bien a gusto. Después de la cena y una agradable charradeta con Jean Pierre nos fuimos a dormir pronto. Eso si, cerramos el bar, mientras algunos esperaban que la cosa quizá podría cambiar en cuanto a la animación. Pero no, estábamos en Francia y en lo de la juerga somos diferentes.
Al día siguiente tocaba madrugar y recorrer el "Camino de la Libertad".
Y que bien lo pasamos, fin de semana acojonante. No te quites méritos que lo organizaste tú con la ayuda de la interprete que tienes en casa. Aquí estamos "comiendonos las uñas" esperando la segunda parte...
ResponderEliminarSi no estamos los seis no hubiera salido como salió. También es verdad que lo de la intérprete fue importante porque con nuestro francés....???
EliminarLa segunda parte está en el horno, en breve saldrá y espero que esté en su punto
¡Cómo disfruté! ¡Que satisfacción!
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