Al ir llegando a Zuriza se fue despejando, así que cuando calzamos los esquís el cielo estaba totalmente azul. La nieve estaba como en la pescadería, de forma que no estaba nada claro lo que podríamos hacer.
Conforme subíamos y pasábamos viejos aludes, las orejas se me enfriaban después del reciente corte de pelo, lo que hizo que tuviera que ponerme el gorro. Era algo que no había hecho en todo el invierno.
La nieve se iba transformando conforme íbamos subiendo, hasta el punto de que terminamos poniendo las cuchillas para subir la pala final. El ritmo constante y tranquilo que siempre impone Aro, hacía que la progresión fuera muy cómoda y nos plantáramos arriba en un "pis-pas".
Como siempre, las vistas desde arriba resultan maravillosas. Miraras a donde miraras, todo resultaba espectacular y más en un día tan despejado como el que se había quedado.
Especialmente merece la pena ver desde el Chinebral, el Mallo, Petrachema y la Mesa que parece que se colocan en fila para hacer una autofoto o "selfie" que tan de moda está ahora.
Un retrato en la cima, un pequeño bocado y a aprovechar el momento para bajar. Ni en los mejores pensamientos creíamos que íbamos a bajar con nieve dura después del mensaje de la mañana.
Solamente al final del barranco del Chinebral me quité el gorro. Parecía algo increíble. Solo allí empezaba a "blandear" la nieve. Un par de cortes de nieve en las barranqueras habituales y hasta el coche con los esquís en un día "glorioso" como lo definió Aro cuando llegamos a abajo.
Un despiste al apagar el GPS me dejó sin el track de la excursión, tendremos que volver otra vez para grabarlo.
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