No paramos de mirar hacia arriba, pero tenemos que cruzar el pueblo para ir a la base del Pisón. Es el lugar elegido por Gerardo para que nos estrenemos.
Rápidamente nos ponemos en faena, Gerardo nos ha elegido unas vías asequibles, de un solo largo, para ir cogiendo la marcha.
¡Qué sensaciones tan raras!...¡y tan agradables!.... el conglomerado de Riglos es tan gordo, que da un montón de posibilidades, hay presas por todos los lados, ¡que gozada!.
Mientras uno sube, el otro asegura, todos disfrutamos. Gerardo, como siempre, de primero, ....seguro que le apetecía seguir haciendo largos, pero se frena para que nosotros progresemos.
Conforme avanza el día, los tonos en Los Mallos van cambiando, es espectacular, cómo se ve la roca tan diferente solo por la influencia de la luminosidad. Vamos aumentando el grado de la escalada, y pese a la cantidad de presas el 6a sigue siendo 6a. Los desplomes no son fáciles de pasar solamente a base de torpeza.
El sol se esconde y nos invita a dejar la actividad. Se ha pasado el día sin darnos cuenta de nada. Pablo apura los últimos rayos del sol, que se esconde en el horizonte.
Al parar y recoger las cuerdas nos percatamos de que no hemos comido. Rápidamente volvemos a los coches y damos buena cuenta de la comida que habíamos llevado, preparando ya la siguiente visita a Riglos.
Yo, de mayor, quiero ser como vosotros.
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