viernes, 11 de octubre de 2019

Pradera de Ordesa-Circo de Carriata-Faja de las Flores-Refugio de Góriz

El pasado sábado, 5 de octubre, nos fuimos con Elia a Ordesa. Madrugamos bastante ya que queríamos hacer noche en Góriz e interesaba entrar en el aparcamiento de la Pradera de Ordesa antes de que lo cerraran. Aunque no es verano, los colores del otoño también atraen a muchos turistas y se llena con cierta facilidad.




El madrugón que nos pegamos, nos permitió no solo dejar el coche en el aparcamiento de Ordesa, sino que hizo que comenzáramos la marcha a las nueve y media después de tomarnos un colacao y un café en el bar de la pradera.




Tras el vertiginoso ascenso hacia el Circo de Carriata con el Tozal del Mallo como "faro" de referencia, llegaban las esperadas trepadas que tanto le gustan a Elia. Cuando llegó la opción de remontar por las clavijas o coger La Fajeta que las evita, Elia decidió sin dudar: "las clavijas".




Estaba muy motivada y disfrutando, lo que le permitía subir con soltura. Tanto es así que en el último tramo, mas vertical y expuesto, le tuve que parar al ver que no llegaba con facilidad a agarrar el piquete de hierro. Le dije que esperara quieta donde estaba mientras subía yo y le aseguraba desde arriba. Hizo caso y subió de una manera más cómoda y segura.




Superado el escalón que forma el Circo de Carriata, aun quedaba un buen trecho para la entrada a la Faja de las Flores que ya íbamos viendo cada vez mas cerca.




Antes de entrar a la Faja de las Flores, picamos un poco de frutos secos y chocolate, porque Elia tenía hambre y yo quería parar a comer una vez superada la faja. Elia me estuvo recriminando todo el día aquella mini-parada ya que lo que ella quería era comer de verdad. 




Pese a que flipaba con la Faja de las Flores, me seguía recordando que el hambre no se le había quitado con el tentempié. Pero conseguí mi objetivo de comer una vez superada la faja.




Con vistas a Monte Pedido y la Brecha de Rolando y el Circo de Cotatuero a nuestros pies llegó el momento tan esperado por Elia. "¡Ya era hora!" decía. Longaniza y queso fue lo que más comió, ...y con ganas.




Después de comer nos tocaba atravesar un tramo de karst, que a Elia también le gusta. Tras un pequeño titubeo por un precioso lapiaz, donde disfrutó de lo lindo, remontamos a la Mallata Narciso y salimos de ella por otra entretenida trepada, donde una pareja de franceses que se dirigían a la Brecha de Rolando se sorprendieron, y así lo comentaron, de cómo trepaba Elia, algo que a ella le encantó.




Primero el Collado de Millares y luego el del Descargador nos iban dirigiendo hacia el Refugio de Góriz, siempre con las vistas de Los Gabietos, el Taillón, La Brecha de Rolando, el Casco, Marboré, Monte Perdido, Añisclo,...





A las cinco y media de la tarde llegamos a Góriz con tiempo para tomar algo, ducharnos y esperar a una temprana cena reconstituyente, que nos permitió, tras ver el anochecer, irnos a dormir temprano para afrontar el día siguiente con ganas.


Un día espectacular, por una zona nueva para Elia, por donde hacía décadas que no pasaba (que miedo da eso de contar por décadas) pero que disfruté tanto o más que ella a ver como lo hacía ella también.













miércoles, 18 de septiembre de 2019

Lescun-Linza por la Collada de Petrachema

El pasado domingo, 8 de septiembre, tocaba completar el fin de semana de monte volviendo hacia casa. El día anterior, con la escusa del reconocimiento de mugas nos habíamos escapado con Elia hasta Lescun. Era el día de volver a casa y con esa idea nos levantamos en la localidad francesa.




Después de una agradable estancia, como es habitual en Lescun, esta vez en Pic d´Anie donde pernoctamos, desayunamos y habíamos cenado la noche anterior, partimos hacia Linza por un tramo de carretera que siempre resulta algo aburrido, pese al paisaje que nos rodeaba.





Una vez alcanzado el aparcamiento de Masousa, el asfalto se transforma en pista forestal y se agradece. Un bosque frondoso y fresco permite ver las cosas de otra manera. La pista forestal llega hasta el último punto donde se accede con vehículos conocido como el Pont Lamary. A partir de allí solo circulan los quads de los pastores de las Cabañas de Ansabere, por camino hecho a su medida.




El primer objetivo del día, que era la Collada de Petrachema y estábamos localizando desde que salimos de Lescun, cada vez se veía mas cerca. Al llegar a la Cabañas de Ansabere decidimos parar a reponer fuerzas mientras las boiras envolvían y despejaban las Agujas de Ansabere creando un ambiente especial.




La incertidumbre de pasar por la Collada de Petrachema, tan cerca de las agujas, y poderlas ver o no, inquietaba a Elia. Poco a poco, mientras cogíamos altura tras el almuerzo, Elia estaba contentísima de como dejábamos abajo a las Cabañas de Ansabere y disfrutaba de un camino serpenteante que ganaba cota a cada paso.




"Mira papá, estamos tan cerca que se ve a dos de rojo escalando". Rápida estuvo la jodida, aunque no me extraña que los localizara ya que no paraba de mirar semejantes moles. Ante la inmediata posibilidad de un tropiezo, decidimos hacer una parada y descubrimos hasta siete escaladores en la verticalidad de las imponentes paredes, ..."hasta se les oye hablar", decía.




Con todo esto, nos plantamos en la Collada de Petrachema casi sin darnos cuenta pese a haber remontado desde Lescun mas de 1200 metros. Tan solo quedaba bajar hasta Linza, ya por terreno conocido para Elia.




En la misma muga, le dí a elegir entre bajar por el Paso de La Escalerilla o bajar por el Barcal de Linza. Finalmente decidió bajar por el Barcal, ya que la última vez que anduvimos por la zona lo hicimos por La Escalerilla y le apetecía cambiar.




Una bajada por terreno rocoso, con una camino cada vez mas machacado por la abundancia de personas que lo utilizan en la "Senda de Camille", nos plantó en la Foya de los Ingenieros con su agradable y cómoda tasca, tras el tramo de bosque que la une con la Foya Manaté, situada un poco más arriba.




Con la llegada al Refugio de Linza, donde había dejado el coche el viernes por la tarde, completamos un fabuloso fin de semana. Unos huevos fritos pusieron la guinda a dos días de monte bien aprovechados entre España y Francia, y donde siempre, ademas de disfrutar, aprendemos de todo.